La bolsa de valores es, por definición, un mercado privado al que los demandantes de capital, empresas, concurren para encontrarse con los ofertantes del mismo. La bolsa, en definitiva, es un instrumento creado para la financiación de las empresas a cambio de la participación en el capital social de las mismas y de los beneficios que el consejo de administración de cada una de éstas decida repartir.

La idea es tan simple como brillante, sobre el papel claro está. Porque la realidad nos dice que lo que comenzó como un extraordinario instrumento de financiación y control sobre las grandes corporaciones acabó, tal y como estamos viendo, en un auténtico casino al que los ciudadanos acceden en masa para obtener rendimientos, a veces escandalosos, de sus ahorros.

No seré yo quien cuestione la ética de quienes han convertido una institución en un casino en el que cada vez hay menos normas y menos control sobre sus actos, o quien pretenda enseñar a nadie el camino correcto. Por el contrario, sí seré yo, entre otros, quien levante la voz contra quienes, amparados en el descontrol de la institución, han jugado sus cartas para tomar el control del Estado como tal.

Son los mercados quienes deciden por los gobiernos las líneas económicas y sociales a seguir por éstos, nada les importa, ni la pobreza, ni la miseria ni el bienestar, tan solo beneficio rápido y escandaloso. Me niego a aceptar que las bolsas gobiernen los países, me niego a aceptar el tremendo engaño que supone basar la economía y el bienestar de un país en el crecimiento continuo. El planeta en el que vivimos y sus recursos son limitados y quien plantee modelos basados en el crecimiento continuo, aún sabiendo que la población mundial, al igual que las desigualdades crecen de forma geométrica, es un ignorante o un impostor, por no decir otra cosa.

No es necesario haber estudiado Economía, no hace falta un master, lo único que hace falta es mirar en donde estamos, otear el futuro y plantearnos la necesidad de cambiar hacia modelos basados en la estabilidad y la lucha contra las desigualdades. Lo demás es quimérica utopía. Todos lo sabemos.