No es más rica la política porque la presencia de dos nuevos partidos hayan aflorado con fuerza al adolecer de la misma enfermedad que el bipartidismo desde la democracia hasta hoy. Deseaba que surgieran nuevas siglas para despertar del letargo del PP y de la desfachatez del PSOE, pero no dos loros más, uno más pendenciero que otro, dejando en evidencia la foto cultural de la universidad.

De siempre me preguntaba por qué lo bruto, lo vulgar, la sinrazón, lo insultante arrancan más aplausos que la mesura, la racionalidad, el axioma, la voz, la elegancia, como si la política naciera de un contenedor de basura y fuera esta su naturaleza. La mejoría lingüística no tiene cabida con este modelo de política ramplona, corrupta intencionalmente, quebrante. Dejando un puesto de honor en la historia de la Transición a Adolfo Suárez, abrazador de siglas y reconociendo una mente brillante de Felipe González, no ha habido un jefe de Gobierno que asumiera la nación como un todo único. Para que esto se diera, la ristra de presidentes habidos han dejado la impronta de una enanura mental deveniente de un dogmatismo y esclavitud de los signos de su programa político. Y lo que es peor, se ha convertido en un modelo de actitud sociológica. Basta con acudir a los medios de comunicación de prensa, televisión y debates de nivel bajo en el fondo y en la forma. Y hasta el extremo de negar axiomas que puedan dañar la imagen del partido político al que pertenece.

Salvo excepciones, los debates televisivos definen el nivel cultural del país. Que profesores de universidad tengan que acudir al insulto, al grito, a la locura colectiva para ganarse la voluntad de un pueblo ciego, antes por el fútbol, ahora por el impulso visceral de dos fórmulas engañosas como son "la memoria histórica" y el significado de democracia sinónimo de "puedo hacer y decir lo que me da la gana", del libertinaje. De una libertad sin leyes, cuando precisamente la libertad es una opcionalidad cada vez que se ejerce en uno u otro sentido.

Yo creo que España se asemeja más al corte de países sudamericanos que a Europa. La mediocridad en el contexto europeo es tan abrumadora que por la manera de conducirse los políticos del primero al último no me merecen ni credulidad ni admiración. Nací tres años antes de la Guerra Civil y los que acuden a la memoria histórica para para revolver la paz naciente con la transición de la dictadura a una monarquía parlamentaria ejemplar, merecían una epulsa general pero el resultado es contrario.

Esta porfía por agudizar las diferencias jamás se cura cuando el ganador por refrendo actúa políticamente para los "suyos" y media España ha de esperar un cuatrienio para poder respirar. Libros, discursos, debates deberían tener el espacio que se le dedica a la reflexión antes del referéndum. Y empezar ahora a meditar lo que le espera al país como no se cambie de lenguaje, de mentalidad, de estilo. Para ello es necesario primero entender que la política es un servicio sin "condiciones" al pueblo que no nació ni de derechas ni de izquierdas sino del vientre de su madre.