Los padres somos los primeros educadores. Un buen padre vale más que cien maestros. Educar es seducir por encantamiento y ejemplaridad; seducir con valores; entusiasmar con las cosas que no siguen siendo valiosas con el paso del tiempo", asegura Enrique Rojas

Los padres tienen una serie de obligaciones con los hijos: amarlos, alimentarlos, vestirlos, pero también educarlos. Para ello, hace falta que en ellos haya unos firmes valores, unas profundas convicciones, unos ideales que el hijo toma como referencia y se convierten en fuente de motivación y no de opresión, de admiración y no de rechazo. El elogio y la exigencia no se oponen, se complementan y estimulan al niño para hacer el bien.

La educación debe ser orientada siempre por la libertad, donde el niño hoy -el hombre mañana-, tendrán que usarla para elegir con responsabilidad. Libertad y responsabilidad son conceptos inseparables para que la libertad no se convierta en libertinaje y en anarquía.

A un niño hay que permitirle ser "el mismo", con sus peculiaridades que lo hacen único. Educar es precisamente acompañar a un hijo para que saque lo mejor que lleva dentro, con autoridad y con firmeza, pero sin violencia y con ternura con autoridad pero sin autoritarismo. Toda educación requiere autoridad, que no es otra cosa más que la capacidad de garantizar mediante el ejemplo una norma de conducta orientada hacia el bien. No a la tolerancia ilimitada, a la permisividad extrema. La autoridad bien ejercida hace que el niño se sienta querido y seguro, el autoritarismo provoca terror o rebeldía. Reivindico pues, el ejercicio de la autoridad. No todo vale. En la vida hay opciones acertadas y opciones equivocadas y la educación ha de llevar a saber discernir unas de otras.