Acabo de volver de un viaje organizado que daba a conocer el impulso del turismo sostenible en Alemania. La sostenibilidad no es algo que les haya llovido allí del cielo político, sino que brotó de la calle y de la exigencia ciudadana.

El retraso histórico y sociocultural que siempre se nos achacó respecto a Europa se nota, porque hace más de 40 años que allí empezaron a defender su patrimonio natural e histórico de los proyectos megalómanos y ya están vacunados de los arquitectos de renombre. Bicicletas y tranvías llenan los cascos antiguos, empedrados y restaurados a su aspecto tradicional, sin poner en duda la pujanza y modernidad alemanas. Su vanguardia parte de la conservación, y sería tonto alegar que restaurar es lujo de ricos, porque las obras faraónicas o "feístas" que minaron nuestro patrimonio salieron más caras que rehabilitar lo que teníamos de cara a su valor artístico o turístico.

El plan urbanístico del Barrio do Cura se impondrá sin consensuarse por sus primeros interesados, los vigueses; y como siempre nos conformaremos con tal de que arreglen la ruina, urbanicen la última zona verde primitiva del Berbés o den puestos de trabajo.

Como el pegote de A Laxe o el Bahía, símbolos de una ciudad de trabajadores, no de ciudadanos, que acaban por consentir y alabar lo que sus políticos hagan; y por comer lo que les echen. Es vergonzoso que el barrio esté como está, pero no es excusa...

Creo que el Paseo de Alfonso es la joya de Vigo. Su balcón al mar, que une, como el escudo oficial, el Olivo y la garita del castillo de San Sebastián, fue el mirador de los barcos que partían o venían, visible desde el mar al acercarse o alejarse. Desde que hay fotos y postales, siempre aparece el Paseo de Alfonso custodiado por el Olivo y el asilo de las Hermanitas. Debiera ser intocable. Así lo evocaron miles de emigrantes y lo conocieron los célebres viajeros que llegaron a Vigo por mar, desde Julio Verne a Hemingway o Stefan Zweig.

Es de los últimos enclaves de su "Skyline" marinero, y las Hermanitas, memoria de tantos vigueses ancianos ligados a su mar.

Con qué poco podría darse vida y valor a ese vestigio de 1886. ¿Qué mejor hogar para el Museo Pacheco, espejo de la memoria local, mirando al océano? Van a sustituirlo por el vanguardismo de la arquitectura funcional. Creo que el sustituto no pega ni con cola en una zona histórica.

Una ciudad sin memoria es una ciudad sin identidad. Vigo, la ciudad que se perdió, tendrá una nueva página que añadir a su desmemoria.