Hace unas dos semanas, cuando con mi familia transitaba camino de la playa por la Travesía de Vigo a la altura del semáforo a continuación de la entrada de la autopista, la fatalidad hizo que, sin poder evitarlo, un pequeño perro se cruzara delante de nuestro coche; el impacto, a pesar de no ir a más de 40 Km. por hora, fue suficiente para dejarlo inerte en el asfalto, justo detrás un motorista y otro conductor hubieron de maniobrar para evitar colisionar conmigo.

Una fatalidad más de las que acontecen sin que podamos evitarlas; fatalidades que nos dejan afectados por sus efectos terribles, en este caso la muerte de un perro, sin más culpa que la de haber cruzado alocadamente una calle sin valorar las terribles consecuencias de su acto.

Pero por desgracia lo sucedido a continuación fue tan fuerte que aún seguimos traumatizados sin dar crédito a tanta irresponsabilidad, insensibilidad y crueldad como la evidenciada aquel día por parte del dueño del animal, es por eso que decidimos compartir esta experiencia con la única finalidad de que su denuncia pueda servir de reflexión.

Los hechos son los siguientes: el perro salió a la calzada, semáforo en rojo y de improviso (unos setos delante de la mediana impiden la visión, y más de un animal tan pequeño), cuando frené vi por el retrovisor al perro inerte sobre el asfalto, salí del coche e inmediatamente me vi rodeado por el motorista y el conductor, y para mi sorpresa ni me gritaron ni me interpelaron, al contrario intentaron tranquilizarme y consolarme eximiéndome de culpa, llegaron a abrazarme al ver mi desolación; entre tanto escuchamos los gritos de unas personas que decían, "pero qué hace ese tío", "menudo sinvergüenza", cuando nos giramos, intuimos más que vimos, cómo un individuo (el dueño del perro) que apareció de improviso, lo recogía del suelo y, sin pararse a comprobar si el animal aún vivía, lo tiraba dentro de un contenedor, para acto seguido, sin mirar hacia atrás y a la carrera, entrar en un edificio cercano.

Nos quedamos atónitos, el individuo ni se paró ni habló con nadie, solo tiró al perro al contenedor y salió huyendo; cómo es posible un comportamiento tan insensible, tan irresponsable y deshumanizado como ante un hecho tan traumático se puede responder con tanta frialdad sin nuestra de luto, tan egoístamente por no enfrentarse a su responsabilidad.

El perro estaba muerto, murió en el impacto, de eso nos cercioramos, pero no merecía una muerte así, sin que nadie, ni su dueño, se compadeciera de su suerte, suerte que no fue producto de la fatalidad, sino de la irresponsabilidad de un individuo que dejó que el animal corriese suelto por la calle llena de tráfico, a una hora punta, sin una correa que pudiese evitarlo y que después ni se inmutó ante la tragedia, huyó de su responsabilidad para refugiarse en el anonimato de su cobardía.

Por favor, a todas y todos aquellos que tenéis un animal de compañía, no los dejéis sueltos por la calle, protegedlos con la correa, ya correrán libres en los parques, las fatalidades ocurren cuando las hacemos posibles, todos los días vemos a demasiada gente que de forma confiada pasea a sus animales sueltos por la ciudad, y cuando les llamas la atención, si no te contestan mal, te dicen que están acostumbrados y no pasa nada, pero puede pasar.