Llegó al Congreso la reforma constitucional sobre el artículo 135 de la Carta Magna que establecerá un techo al déficit. Y, además, también vendrá a mear el mismo perro que se suele orinar en mi portal.

Y es que marcar el territorio es algo que hacen los perros cada vez que se orinan por cualquier esquina, que es lo mismo que hace Trichet cuando nos insta a establecer un techo al déficit en nuestra Carta Magna (entiéndase marcar el territorio), convirtiendo una medida que a mi entender es positiva en una sumisión de los Estados, no sé si como dicen algunos a los mercados o al poder financiero encarnado, en este caso, en el BCE y en su emperador Trichet.

Sin embargo, y aunque hay quien dice que con esta medida se hipoteca el estado del bienestar, el nuestro no se puede sustentar gastándose el dinero que nos prestan los demás, por lo que para sustentarlo debemos de generar los recursos necesarios para mantenerlo. En mi opinión, es necesario priorizar los gastos, ya que si, por ejemplo, no hay para sanidad, difícilmente se me hace entendible invertir en ciudades de la cultura. Además de priorizar, es vergonzante que sean algunas personas adineradas de Europa las que tengan que pedir una mayor carga fiscal para ayudar a sus países. Me explico. Lo que hacen estos ricos es muy loable, pero deberían de pactarse a nivel europeo medidas fiscales para que las rentas más altas realicen un mayor esfuerzo que pueda traducirse en un mayor desahogo de las arcas públicas.

Pero además de marcar techos al déficit, se deberían de poner otros como, por ejemplo, a los sueldos de determinados cargos políticos de nuestras administraciones públicas, ya que no es de recibo que en algunos municipios tengamos alcaldes que ganan más que el presidente del Gobierno.

Considero por tanto un deber de Europa, y para toda Europa, el fijar techos a los sueldos de nuestros representantes públicos en función de la responsabilidad y la representación, así como poner techos al número de representantes del pueblo y luego cada cual que se los reparta como quiera, porque al igual que la falta de representación del pueblo puede ser un problema, también lo es la excesiva representación.

Además, los distintos niveles de la administración del Estado deberían dejar de ser como los perros que marcan con sus orines el territorio que delimita su zona de acción y deberían reformarse en función de criterios como la eficacia y la eficiencia, algo que sin duda redundaría en el beneficio de la ciudadanía que las sustenta con los impuestos.

Y, por último, puestos a reformar, hay un principio en contabilidad que se llama de la imagen fiel y que debería aplicarse a nuestra Constitución, ya que hay artículos como el 35 que parece que hablan de otro país diferente al nuestro, este artículo dice "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo".