Las declaraciones que don Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, publicadas en FARO DE VIGO el 18-03-11 refiriéndose al cierre de la televisión local por carencia de licencia, resultan para este lector un tanto sorprendentes por cuanto que –cabe la sospecha – la cuestión puede deberse a otros motivos que nada tienen que ver con la exigida legalidad; sino que más bien se utiliza el argumento para imponer la clausura, y así, al amparo de la exigencia y nombre de la ley, silenciamos a quien y/o quienes no comparten sus criterios políticos. Cierto debería ser, aunque lo dudo, que esas mismas exigencias estuvieran presentes en todos los actos cualesquiera que fuera la administración que los promueva; pero lamentablemente, a lo que más se juega en la política que nos ha tocado vivir, es a probar y/o demostrar quién hace más daño a quién. Las formas son lo de menos. Lo importante para el ordenante, y como escudo, es exigir con esa cobertura el cumplimiento de unas reglas que por otra parte incumplen reiteradamente los organismos de su dependencia y/o gobierno. Ahí va la prueba.

El día 6 de junio de 2009, un club deportivo de Vigo cursó escrito al mismísimo señor Núñez Feijóo denunciando multitud de irregularidades en el Comité Gallego de Xustiza Deportiva donde, entre otras, su presidente, (vocal cuando el ente era presidido por el vigués con Carlos Borrás y mientras este ostentó esa responsabilidad con la profesionalidad que le distingue) un "habilidoso" asesor/apoderado de la federación denunciada, desde 1995 a 2008, ejerciendo simultáneamente las funciones propias del cargo –se supone– y otras que por tal condición y ética, esto sobre todo, no debiera asumir y sin embargo retenía para sí, ganó para su representada todos los pleitos que la denunciada generaba, que no eran pocos, con grave perjuicio para los denunciantes, a los que, para redondear sus torticeras resoluciones, llevó al Tribunal Superior de Xustiza de Galicia las libradas bajo la presidencia del señor Borrás, donde el recurrente-apoderado vio como sus pretensiones se desmoronaban aunque, con la complicidad del Comité, ya gobernando el Partido Popular, logró al final lo que se proponía: vetar al club solicitante, y/o sobre todo, a sus hombres, que era la intención.

El señor Núñez Feijóo, inesperadamente y de manera increíble, envió toda la documentación y pruebas a los denunciados, algo así como "poner el zorro de guardián del gallinero" pese a la gravedad de los hechos; diciendo a los denunciantes (el club) en escrito (22-09-09) que el aludido Comité actuaba con "total independencia", lo que ciertamente está por demostrar –los hechos hablan por sí solos–, si tenemos en cuenta que ese tal Comité depende directamente del director general de Deportes y este a su vez es nombrado por el señor Núñez Feijóo y/o persona de su equipo de gobierno; resultando por tanto, como cabía esperar dada la prepotencia y sospechosa trayectoria de la que reiteradamente hacen gala en esas dependencias, el archivo de la causa y la preparación, como así sucedió, de medidas más contundentes contra el club, como dar por conclusa una resolución dictada bajo mandato del señor Borrás, además de ignorar el fallo del TSXG, donde con claridad señalaba la ruta que procedía, no la tomada por la federación que defendía. Es decir, porque viene a cuento señalarlo, que los afectados hubieron de sufrir aquello que dijo Platón: "La obra maestra de la injusticia es parecer justa sin serlo"; y en esto, el señor Feijóo, el hombre de los aciertos –dice– porque de lo contrario son culpables sus oponentes políticos, lejos está de la prudencia cuando habla de legalidad al referirse al cierre de Televigo por carencia de licencia cuando, a primera vista, mismo parece ser otra la cuestión: privar del medio al alcalde de Vigo, señor Caballero, por llamarse Abel en lugar de Pepe. ¿Y del club qué? Culpable tal vez, por acudir al centro equivocado libre además de responsabilidades según el señor NF. ¡Cómo debe ser!, porque al fin y la cabo su gente iba al centro para hacerse notar, y cobrar, algo. ¡Y menos mal, que se sepa, que no culparon a ZP de esta "desfeita"!