El pasado día 22 de junio, cuando paseaba por el arenal de la playa escuché a tres bañistas pedir ayuda ya que se encontraban en peligro al ser arrastrados por una corriente marina que habitualmente se produce en la zona de esta playa conocida por la "Punta". Por suerte, pude avisar a un grupo de jóvenes que se encontraban cerca del lugar, los cuales, entre ellos una chica, salieron corriendo adentrándose en el mar para socorrer a los que pedían auxilio. Fueron momentos de angustia para los que observábamos esta desagradable escena y por supuesto mucho más angustioso para quienes la sufrieron en sus propias carnes.

Por fortuna y gracias a esos jóvenes, todo terminó felizmente.

Esta misma situación la viví yo el pasado verano en la misma zona cuando me metí en el mar para refrescarme y de pronto vi como el agua me llevó hacia dentro del mar. Estuve nadando como quince minutos y observando como cada vez veía la playa más lejos. Entre el cansancio y los nervios me vi en lo peor. Grité todo lo que pude, con suerte que me escuchó mi mujer la que avisó a un joven que se encontraba a su lado, el cual me ayudó a salir de la situación en que me encontraba y que gracias a él puedo ahora redactar esta carta.

Luego ya a salvo, aparecieron los socorristas y uno de ellos me dijo que en esa zona está prohibido bañarse. Le pregunté dónde había un indicador o bandera que lo indicase.

Me pregunto: ¿cuesta tanto colocar un cartel que avise de ese peligro o es que estamos esperando a que ocurra una desgracia?