A diferencia de toda ciudad y al igual que cualquier parroquia, la fiesta patronal de San Telmo de Tui no es asunto municipal. El mayor acontecimiento festivo, cultural y religioso, por duración, participación, tradición, exaltación local, sentimiento de identidad y trascendencia geográfica, no es competencia del Ayuntamiento. Ni tampoco responsabilidad ni obligación de nadie.

Hasta hace muy poco, la realización de los festejos dependía de la ocasional constitución de una comisión ciudadana al efecto; que, lógicamente, trabajaba al margen de la legalidad fiscal. Esta eventualidad crónica, por dejación municipal, dio lugar a que, por ejemplo, durante el mandato del malogrado regidor Álvarez Durán, el Ayuntamiento tuviese que asumir dicho cometido por falta de iniciativa civil. Recientemente, por razones de legalidad, la tradicional comisión desembocó en asociación sin ánimo de lucro denominada Comisión de Fiestas San Telmo de Tui, que, con la preceptiva autorización administrativa, se encarga de este trabajo. La participación del Ayuntamiento se limita a la representación institucional en determinados actos y a la concesión de una subvención.

Como nada impide que surjan más asociaciones con tal fin, con suerte, podríamos asistir al interesante concurso de ideas y méritos acerca del diseño y organización de la fiesta, lo cual redundaría en la necesaria mejora, pues, aunque aplaudo la labor altruista de todas las habidas, el formato habitual, caduco y de perfil plano, está estancado y sumido en la irrelevancia ordinaria. Sin embargo, entiendo que es deber ineludible del Ayuntamiento la asunción y responsabilidad de la fiesta patronal, y de la Concejalía de Cultura la elaboración del programa, organización y coste. De esta manera, de entrada, se erradicaría la fea y rancia costumbre mendicante de las comisiones civiles de abordar a la ciudadanía sin pudor ni respeto; y lo que es peor, acusarla después públicamente de tacaña.

Nadie debe verse forzado a sufragar los festejos puesto que ya colabora con sus impuestos. Ni siquiera cabe demandar dinero a la hostelería con el pretexto de que debido a ellos obtendrá mayores ventas. La fiesta no se hace para beneficio de nadie sino para alegría general: económica para los que trabajan, y de ánimo para quienes la disfrutan. Si en esta ocasión todos nos permitimos un gasto extraordinario, también debe realizarlo el Ayuntamiento.