No basta una golondrina para hacer primavera, pero sí un caballo para hacer un western. O la añoranza de un caballo, o de todos los posibles caballos futuros que ya no podrá montar y que le duele al protagonista como les duele el miembro fantasma a quienes se lo han amputado. La extraordinaria sensibilidad de Chloé Zhao, la realizadora, plantea qué le ocurre a un jinete que ya no puede montar con la misma delicadeza poética con la que contaría el trauma de una nube que no es capaz de llover. Así de hermosa luce esta historia que no es tan ficción como parece (protagonista, familia y obsesión son de verdad) y que destila belleza y redención.
El apocalipsis del jinete