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La revolución "trap" se hace hueco en la noche viguesa

Las fiestas Overdose se consolidan como "punto de encuentro" y referente en el ocio nocturno para una generación que encuentra en la nueva música urbana su vehículo de expresión

Vista de la fiesta del pasado fin de semana en la Quomo. // // Bruno Baw

Un enjambre de postadolescentes y veinteañeros, en su mayoría de estética poco convencional, se agolpa frente a la mesa del DJ. Bailan enfebrecidos ritmos pesados y zigzaguentes, graban vídeos verticales con sus móviles, corean letras que hablan a una generación que ya no siente el rock ni ninguno de sus derivados como la voz de la rebeldía. Al menos no la única voz. La escena se vivió el sábado pasado en la sala viguesa Quomo, sede por cuatro días de la fiesta Overdose, un evento que viene a refrendar el ascenso imparable del trap entre una parte de los jóvenes .

"La fiesta nace en 2014 para llenar un hueco -el de la nueva música urbana- que nadie cubría en Vigo ni casi en España, con excepción de la Trap Jaus de Razzmatazz, en Barcelona", cuenta el músico Kaixo, responsable del invento. Con periodicidad mensual y sede cambiante, la idea fue cuajando poco a poco -"al principio venían 50"- hasta convertirse en una referencia en el ocio nocturno de Vigo para una hornada, la de los menores de 25 años, que encuentra aquí un hábitat en el que expresarse.

El promotor, además, apunta que se ha ido ampliando el espectro del público y remarca que se ha convertido en "un punto de encuentro" para gente diversa del ambiente creativo: desde músicos de varios estilos a tatuadores, diseñadores o instagramers. Por eso, a Kaixo le gusta trazar un paralelismo con la efervescencia de la noche viguesa durante la Movida de los años 80. Como ejemplo de esa variedad de perfiles, uno de los fotógrafos de cabecera de la fiesta es Bruno Baw, antes conocido como Bruno Mosquera, guitarrista de la banda de indie rock The Blows. "Le da una identidad visual a la fiesta; nos gusta esa imagen trash, incorrecta", comenta.

"El rollo es diferente al de otros sitios, no te encuentras a gente que a lo mejor no te apetece ver", comenta a las puertas de la Quomo una de la asistentes. Una idea que desarrolla Kaixo: "La gente viene a sentirse parte de algo, de una determinada forma de entender la vida". Una manera ligada a lo underground y al lado salvaje. El promotor de la fiesta define lo que sucede en las fiestas Overdose como "caos controlado", y algo así ocurre cuando por los altavoces comienza a sonar el Malamente de Rosalía.

En ese sentido apuntan otros asiduos. Allí, comentan, las chicas se sienten cómodas para vestir, actuar y bailar como consideren sin sentirse juzgadas. "Nos interesa que ellas entiendan que este es un espacio seguro, que lo que quieran hacer está en su mano", expone Kaixo, que señala que los organizadores se encargan de vigilar que todo transcurra sin incidentes desagradables. Asegura que siempre ha sido así.

En las fiestas suele pinchar el propio Kaixo y otros de sus compañeros -Abelo Valis, Royce Rolo, etc.- en el colectivo Bahía Banana Music, pioneros en la creación y difusión de la música urbana en la ciudad a principios de esta década. A veces también traen invitados de fuera; un rol que en el último día de O Marisquiño -mantuvieron el evento al tener la certeza de que no había fallecidos en el derrumbe del paseo- asumió nada menos que Yung Beef. Precisamente, el trapero había sido retirado del cartel musical oficial del festival de deporte y cultura urbana, una decisión que levantó polémica entre su legión de seguidores.

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