El grupo pamplonés regresa con este tercer trabajo sin traicionar su reinterpretación siempre luminosa de la música de los sesenta y noventa, aunque apostando por añadir nuevos caminos a la de su ya de por sí versátil propuesta. Definida por ellos como una obra que ahonda en el concepto kokoshquiano, un término que designa "la dicotomía entre la luz y la penumbra, la jovialidad y las miserias del ser humano", dicha definición viene a ser realmente el resultado de la conjunción entre los caracteres de sus dos compositores, Amaia e Iñaki.
Sea como fuera, se trata de otro manual perfecto de buen pop realizado sin mucho barroquismo o pretenciosidad. El inicio, Mi consentido, tiene algo de pop de los ochenta de la Movida, mientras que No queda nada es una letanía del primer punk cercano a Ramones. Incluso se atreven a introducirse por el terreno de Stereolab en la monocorde Niña. Por otro lado, Yo Nací es una libre adaptación de la canción Born on the floor de The Make Up que se convierte en todo un himno intergeneracional que adquiere la fisonomía de unos Yo La Tengo menos domesticados.
Si R.B.U. podría pasar por una canción de los B-52's. No mires hacia atrás rememora el art-rock de gente como The Monochrome Set, y Serengueti es un blues sucio que no desentonaría en los Birthday Party de Nick Cave. Y se despiden, nada menos, que con Cuanta hermosura, una frágil balada que muestra su enlace también con el Donosti Sound. Grabado en los Estudios K de Pamplona, el grupo ha contado con Íñigo Pérez de Artieda en la producción y la ayuda técnica de Alberto Porres con un resultado siempre convincente. Con una escultura transexual en la contraportada, su música es a veces tan impredecible como su nombre, que surge de la mezcla entre un pescado y un pintor austriaco.
