Galicia es un inmenso plató de rodaje. Es verdad que a poco que se abra el ángulo se cuela algún pecado de esa peculiar religión de la que no tiene la exclusiva, el feísmo, pero Vilar tampoco abusa de planos largos. También es cierto que la comunidad puede presumir de todo un catálogo de bellezas, tanto naturales, como la Costa da Morte, protagonista absoluta del largometraje, como etnográficas, véase la rapa de Sabucedo.
Y si esas maravillas se bastan por sí mismas para entrar por los ojos, el mayor mérito de Vilar es lograr que lo hagan por los oídos, gracias a un tratamiento exquisito del sonido que provoca que las olas golpeen contra las butacas.
Es cuando Vilar se pone en modo documental cuando "Sicixia" es hermosa. Y ese es el tono casi siempre, menos al filmar una historia de amor que parece más una excusa necesaria para servir de hilo argumental.
