A la vez que DiCaprio se quitaba su espinita con el Óscar, "Spotlight" arrebataba a la competencia la estatuilla a la mejor película. Los más expertos lo habían augurado: a los académicos les apetecía darse un respiro de largometrajes excesivos y característicos y apostar por una obra más convencional, pero sólida.
En efecto, "Spotlight" no llama demasiado la atención, sobre todo porque la imagen que se da de los periodistas que investigan casos de pedofilia en la Iglesia de Boston no desentona del tópico, en particular el aplaudido Mark Ruffalo. Quizás su mérito resida en que todo el mundo hace lo correcto: los actores hacen bien su trabajo y la historia fluye con ritmo y sin interferencias del director. Sin embargo, lo correcto no debería ser suficiente para un Oscar, que debería premiar lo extraordinario.