Elaboraban elixires que, según un antiguo miembro de la organización, eran testados por sus adeptos más cercanos. Casas cueva, búnkeres y laboratorios clandestinos, los agentes se adentran en un vasto territorio ideado por el único detenido. En las redes se pueden ver imágenes de él presidiendo ceremonias. En su organización, de inspiración budista, empleaba técnicas para anular la voluntad de sus seguidores. “Estas técnicas incluían el suministro de sustancias muy peligrosas para la salud”, explica María Fernández, portavoz de la Policía Nacional. Entre otras mercurio, que acumulaba en zulos y fosas sépticas. En los registros se ha hallado dinero en efectivo, laboratorios camuflados tras falsos armarios, una pistola y varios machetes de grandes dimensiones. Según un antiguo miembro de la organización, debían testar los elixires elaborados por el líder y valorar “lo que a cada uno le afectaba a nivel físico, emocional, espiritual”. Esos compuestos se comercializaban después para generar ingresos. El líder se mostraba hablando en pocas ocasiones. En la mayoría de sus apariciones se le observaba gesticular mientras alguien de su entorno más cercano hacía de traductor. Se supone que mantiene voto de silencio y se desconoce si esa circunstancia ha influido en su decisión de no declarar ante el juez.