El Entroido en el rural extiende la alegría de aldea en aldea, aleja el miedo al abandono, espanta el fantasma de la despoblación. La tradición resiste contra viento y marea, a pesar del envejecimiento y la pérdida de habitantes. Mientras quede un vecino persistirá la memoria de una forma de vivir, de una celebración en comunidad que supera con creces la simple idea de entretenimiento. No es carnaval, es raíz.