La trilogía de curros de la Serra da Groba se despidió ayer en Mougás hasta el año que viene. Un total de 388 “burras” , como llaman a los caballos salvajes en el Val Miñor y el Baixo Miño, quedaron listas para pasar el verano en el monte, libres de crines y parásitos y perfectamente identificadas por partida doble. Los 65 potros nacidos en los últimos doce meses fueron marcados a fuego como manda la milenaria costumbre y también se les inyectaron los obligatorios microchips bajo la piel.

Todo un espectáculo etnográfico de tradición ancestral el que se reproduce año tras año desde hace milenios entre los muros del curro. Un ritual de dominio del hombre sobre la bestia que atrae a cientos de espectadores, sobre todo en una jornada de agradables temperaturas como la de ayer.