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Protocolos de seguridad

Cuando la alergia alimentaria se convierte en una amenaza para la vida

Las muertes por shock anafiláctico hacen necesaria la instauración de protocolos y normativas más exigentes para garantizar la seguridad de las personas con alergia alimentaria severa

Los ingresos de niños en urgencias a causa de reacciones alérgicas alimentarias se han multiplicado por siete en una década. Shutterstock

Pongámonos por un día en la piel de una persona con alergia severa a la leche, al huevo, al pescado o a cualquiera de los 120 alimentos identificados como alérgenos alimentarios. Tratemos de hacer la compra semanal sin prisa, conscientes de la necesidad de leer exhaustivamente el etiquetado de cada alimento, condición que no garantizará sin embargo nuestra seguridad, puesto que un mínimo ingrediente o traza oculto en su composición pondrá en juego nuestra vida. Y no es para nada exagerar.

Esta misma semana, una chica de 27 años fallecía en Santa Cruz de Tenerife por un shock anafiláctico tras haber sufrido una reacción alérgica. Había alertado de su alergia a los frutos secos al personal del restaurante en el que fue a cenar con una amiga, pero, por circunstancias que aún están siendo investigadas, comenzó a sentir los síntomas propios de su alergia. A pesar de recurrir a la inyección de adrenalina que siempre llevaba con ella, entró en parada cardiorrespiratoria y aunque fue reanimada en el servicio de urgencias, lamentablemente falleció poco después.

No se trata de un caso aislado. Hace aproximadamente un mes, una niña de nueve años moría en Mijas, Málaga, como consecuencia de una grave reacción alérgica tras comer un helado que contenía trazas de frutos secos invisibles en su lista de ingredientes.

Los 14 alérgenos que deben aparecer en el etiquetado

Sigamos pues con ese ejercicio de empatía y salgamos a la calle sin miedo en el cuerpo, con el cometido de encontrar un local donde poder comer. Así, sin más pretensión. Sin pasársenos por la cabeza siquiera tratar de elegir menú, acotar el precio de la cuenta o limitarnos a una zona concreta. Es entonces cuando nos daremos cuenta de que cubrir una necesidad vital tan básica como ésta se convierte en un auténtico riesgo.

"Las personas con alergias alimentarias somos unos bichos raros dentro de la hostelería porque somos un problema. La normativa no se cumple y sabemos que es difícil de cumplir, pero sólo pedimos que cuando nos sentamos a comer nos digan la verdad, es decir, si pueden garantizar o no nuestra seguridad. No queremos jugar a la ruleta rusa", advierte Xabier Munioitz.

"Las personas con alergias alimentarias somos unos bichos raros dentro de la hostelería porque somos un problema"

Xabier Munioitz - Presidente de ATX

Este padre, presidente de ATX, una asociación de personas con multi-alergia, dermatitis atópica y asma que reúne a más de 8.000 familias, convive con este temor desde que nació su segunda hija, Aietxu, hace once años."Con tan sólo dos días de vida, la llevé al hospital con su primer shock anafiláctico. Estaba toda morada la pobre. No se me olvidará nunca", recuerda. Aietxu tiene alergia severa a distintos alimentos, entre ellos al huevo, el pescado y el marisco, y los frutos secos, el kiwi y la manzana.

Chloe tiene tres años y es alérgica a los frutos secos, especialmente a los cacahuetes. Su madre, Shaila Fuidio, descubrió su alergia con apenas un año y medio. "Lo descubrimos en un bar. Mi marido cogió a la nena y de repente se empezó a frotar los ojos sin parar y a tener problemas para respirar. Empezamos a atar cabos porque ya le había pasado en otra ocasión en otro establecimiento y nos dimos cuenta de que en ambos sitios nos habían puesto cacahuetes con las consumiciones", explica.

Las alergias alimentarias severas pueden provocar la muerte.Shutterstock

A día de hoy, después de acumular malas experiencias, esquivan bares y restaurantes todo lo que pueden. "Una vez nos pasó que pedimos unos zumos de naranja natural y me vi en la necesidad de explicarle a la camarera el problema de la contaminación cruzada y la alergia por contacto. No entendía que después de coger un puñado de cacahuetes para poner con la consumición de un cliente no podía coger las naranjas sin lavarse las manos. Me miraba como si estuviera loca", cuenta Fuidio. Por eso, siempre que viajan fuera lo pasan mal, porque son "pocos los sitios que se lo toman en serio", coinciden ambos padres.

Incremento de las alergias alimentarias

El 30% de españoles sufre algún tipo de alergia, según el último informe de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Cada año en España, más de un millón de personas acude por primera vez a la consulta de un especialista. Prácticamente la mitad presentan rinoconjuntivitis o rinitis, un 23,4% asma bronquial, seguido de un 17,7% con hipersensibilidad a algún medicamento y un 10% con alergia a uno o más alimentos.

Los ingresos de niños en urgencias a causa de reacciones alérgicas alimentarias se han multiplicado por siete en una década, según un estudio europeo. Las reacciones a la leche, el huevo, los frutos secos y algunas frutas son las más frecuentes. Entre los adultos, también están cada vez más presentes, especialmente al marisco, al pescado y también a algunas frutas. Las reacciones más suaves se quedan en la aparición de ronchones, picores, vómitos o diarreas, pero las más graves pueden ocasionar un cierre de las vías respiratorias y un shock anafiláctico que puede causar la muerte en 20 minutos, explican los expertos. Por ello, es recomendable que las personas con alergia grave lleven un autoinyector de adrenalina intramuscular para utilizar en caso de emergencia.

Falta de protocolos

La principal demanda de los afectados es que se cumplan los protocolos en hospitales, restaurantes, hoteles, centros educativos o comedores, que cuenten con un autoinyector en su botiquín en caso de emergencia y que además sepan cómo tratar e integrar en su actividad cotidiana a los adultos y niños con alergias alimentarias.

Los alérgicos piden que se instauren protocolos en restaurantes y otros establecimientos.Shutterstock

La concienciación y la formación son fundamentales, advierte el presidente de la asociación ATX, quien solicita la implicación de las instituciones para lograr implantar estos protocolos. puesto que "un cambio mínimo de costumbres permitiría mejorar la calidad de vida de estas personas". Tener alergia a un alimento es distinto a sufrir celiaquía o una intolerancia. "Para un alérgico, entrar en contacto con un alimento concreto puede causarle la muerte", subraya.

Un temor constante

"Desde que descubrimos que nuestra hija tenía alergia, automáticamente todos nos volvimos alérgicos en casa, porque es la única manera de garantizar un entorno seguro para ella", cuenta Fuidio. "Aquí no entra nada que no pueda comer ella", afirma. Nada que contenga frutos secos o trazas de frutos secos, así que empezaron a leer todas las etiquetas y dijeron adiós también al pan, las galletas y la bollería, pero también al chocolate. "Hay un montón de productos que ni te imaginas que pueden tener trazas y las tienen. Me pasó, por ejemplo, con una de esas lechugas que vienen embolsadas con jamón y zanahoria", destaca sorprendida.

"Desde que descubrimos que nuestra hija tenía alergia, todos nos volvimos alérgicos en casa, porque es la manera de garantizar un entorno seguro para ella"

Shaila Fuidio - Madre

Las familias que conviven con alergias alimentarias hablan de la angustia y la intranquilidad que sienten más allá de sus cuatro paredes. "Hay una falta de empatía con estos pequeños, que en muchas ocasiones se ven apartados, excluidos de cumpleaños, excursiones, colonias... Debería ser al revés. Que si no va uno no fuera ninguno. Esto les afecta no sólo en su niñez sino que también les marca para el futuro. Habría que excluir el alimento y no discriminar a estos niños. Deben estar integrados y no apartados. Ellos sólo quieren ser iguales que sus compañeros y no estar apartados en una esquina", señala Munioitz.

Además, es usual el cambio de centro educativo en estos niños una vez que se suceden los problemas. "Ya no es sólo que no cuenten con un autoinyector en su botiquín, por si a un niño le pica una abeja en el patio y le da reacción o si debuta en el comedor con una alergia, es que Incluso nos ha pasado que les hemos dado a los responsables ese autoinyector para que tuvieran a mano en su clase en caso de necesidad y hemos descubierto un año después que lo habían perdido o que un día que ha faltado el profesor que conoce el problema de nuestros hijos se ha producido un incidente y nos han tenido que llamar para que fuéramos corriendo", cuentan. "No hay protocolos que salvaguarden ese tipo de situaciones y aquí no puede existir margen de error, porque un error en estos casos es fatal", alertan.

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