Infravalorada bajo la etiqueta de "música ligera", la canción melódica vivió en España años de gran esplendor y desarrollo en los 70 a través de figuras como Camilo Sesto, uno de los últimos de una estirpe que hizo de este un género de peso a reivindicar.

"Algo de mí", su primer número 1 en solitario, incluido en el álbum del mismo nombre publicado en 1971, ya daba pruebas del valor de la obra que estaba por llegar, con un desgarro melodramático que siempre lo acompañó y dio mayor carga simbólica a sus letras.

Sesto abrazaba en su manera de interpretar la tradición levantina de Nino Bravo y, por extensión, la de Richard Cocciante y otros representantes de la canción italiana.

Aquella, como la francesa, dos ramificaciones en realidad de la citada "música ligera", siempre fue mejor valorada que la canción melódica alumbrada en España, especialmente en las décadas siguientes, cuando el ascenso del rock y otros estilos defenestró sus virtudes.

En las creaciones del alicantino aflora su amor declarado por la fuerza melódica de The Beatles, que se internó en otros territorios como el del rock ("Jesucristo Superstar") y que con letras como "Vivir así es morir de amor" enseñó de forma pionera a bailar las penas para convertirlas en un triunfo.

Las composiciones que cantó Camilo Sesto gozaban de una complejidad digna de ser reconocida, con unos arreglos especialmente ricos. Aquellos arabescos musicales tenían sentido solo porque los respaldaba la versatilidad y rango vocal de un Camilo Sesto que, como intérprete, fue reivindicado como uno de los artistas que mejor supo llevar a escena el musical "Jesucristo Superstar", con partitura original de Andrew Lloyd Webber.

Su traslación discográfica, que contó con arreglos de Teddy Bautista, da cuenta del tremendo acompañamiento orquestal que en la mayoría de los casos presentaban los álbumes de la época.

En directo también había que respaldar aquella riqueza instrumental, lo que derivaba en giras no menos onerosas.

La fórmula básica del rock, que se asentó con fuerza en el país con la llegada de la democracia y de los años 80, implantó un modelo mucho más eficiente desde el punto de vista logístico y económico que solo requería de una guitarra, un bajo, una batería y un vocalista que a menudo también tocaba.