Karra Elejalde (Vitoria, 1960) es un tipo de gesto duro y currículo extenso: ha rodado con algunos de los directores más destacados del país, como José Antonio Zorrilla, Julio Médem, Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa e Icíar Bollaín, quien le dirigió en la película "También la lluvia" (2010) con la recompensa de un Goya como mejor actor de reparto. En 2014 volvió a ganar el Goya en la misma categoría por la taquillera "Ocho apellidos vascos", de Emilio Martínez-Lázaro. Elejale no para de recibir reconocimientos tanto a su carrera como a la calidad de sus trabajos. Ayer le tocó en Avilés.

-Acaba de terminar "Bajocero", un thriller de acción dirigido por Lluís Quílez

-Ha sido una película muy dura: pasamos mucho frío. Rodamos en la sierra madrileña en pleno invierno. Otra película durita ha sido "Mientras dura la guerra", que se estrenará el 27 de septiembre. Hago de Miguel de Unamuno: tenía una sesión de cinco horas de maquillaje y otras once de grabación; estaba allí 16 horas al día dándole.

-Es dura la vida de actor...

-No es de rositas. Cuando un actor echa vaho por la boca es que hace frío y cuando sale del agua, sale del agua de verdad. Se pueden hacer trampas en digital, pero generalmente toca repetir muchas veces cosas desagradables, de esfuerzo. Supongo que esto de las 'pelis' es como parir: es una satisfacción ser madre, pero es jodido. Esto es lo mismo. Hay gente que dice que de los partos difíciles salen los niños listos, generalmente es difícil que esas películas en la que todo es fácil triunfen.

-Usted triunfó en "Ocho apellidos vascos" y siempre ha dicho que le resultó sencilla.

-En esa película había un ambiente maravilloso, era un reír constante entre nosotros, y eso se nota.

-Han pasado ya veintitantos años del rodaje de "Airbag".

-Así es, y hoy sería imposible dirigir una película como "Airbag": hemos involucionado, a día de hoy esa gamberrada que tanto sorprendió e iba implícita en "Airbag" no la produciría nadie. Hace 22 años hicimos una película que hablaba de farlopa y putas y hoy todo eso no es políticamente correcto.

-¿Qué relación tiene con el teatro?

-He fundado cinco grupos de teatro. El teatro es el taller, es donde te oxigenas, es el lugar donde se da la alquimia. Un tío de teatro está más formado; en el cine no hay tiempo para la pedagogía.

-Ha estado en dos de los superéxitos del cine español de los últimos tiempos. ¿El cine español revive o sólo es un espejismo?

-Cada año se ruedan unas 200 películas en España. Que "Ocho apellidos vascos", "Campeones" ahora o "Airbag" tengan éxito es un hecho ficticio. No gozamos de salud cinematográfica y es difícil competir con la industria americana: cuesta lo mismo ver una película que ha costado miles de millones que una española que se ha hecho con dos. Éxitos como "Ocho apellidos vascos" vienen a maquillar una industria que en este país no es tal; toda vez que el cine tenga que estar casi de un modo casi endémico subvencionado es que no se goza de salud en esta industria entre comillas.

-El cine ya no se ve en los cines. ¿Asume esta realidad o la rechaza?

-Esta especie de furor uterino que han pillado las grandes plataformas están dando trabajo a mucha gente. Yo no me he prodigado mucho en televisión, pero a día de hoy se están haciendo series de gran calidad en España que están salvando la salud económica de muchas familias que nos dedicamos a esto, son ya un balón de oxígeno.

-Su carrera comenzó en los noventa en compañía de directores que, entonces, eran los nuevos. ¿Cómo son los nuevos de ahora?

-Yo he sido un actor de nuevos realizadores, he hecho muchas óperas primas. Los jóvenes son más angustiados, pero según tienen más películas evolucionan y suele ser proporcional el relajo a la calidad. La preocupación y el exceso de obsesión no son aliados para un buen resultado.

-¿Se atreve a lanzar un mensaje a los políticos?

-Sí: que no nos aburran, que no nos roben, que no nos mientan, que se disuelvan en ácido.