Millán impartió una conferencia en la sede de la Diputación de A Coruña, en la que dio cuenta de los avances en la investigación sobre las transformaciones de los ciclos hídricos en la cuenca del Mediterráneo, en un momento de debate sobre la sequía y desertización de esa zona.

Durante su intervención, presentada por el presidente de la Diputación, Salvador Fernández Moreda, el experto explicó las conclusiones de los estudios realizados con la financiación de la Unión Europea en este campo desde 1974 y, en concreto, detalló los resultados de una investigación del CEAM encaminada a explicar la disminución del número de tormentas de verano, que afectaba sólo a los países de la cuenca mediterránea y no a las regiones europeas del norte.

Según explicó el experto, existen en la Península Ibérica tres tipos de precipitaciones: las procedentes de frentes atlánticos, que constituyen un 20 por ciento y tienden a disminuir, sobre todo en el interior; las precipitaciones de frentes fríos de retroceso, también conocidas como la "gota fría", que son el 65 por ciento del total y aumentan en el litoral; y las tormentas de verano, que suponen entre el 11 y el 14 por ciento y muestran una tendencia a la baja en toda la región.

Así, para aclarar el porqué de este fenómeno, el CEAM inició en 1995 un análisis de los registros de precipitación diaria de 497 estaciones de la zona este de la Península (Valencia, Murcia y parte de Cataluña).

Los resultados constataron una ligera tendencia a la disminución de lluvias desde 1949 a 2002, así como un aumento progresivo de la profundidad de los ciclos.

No obstante, según explicó Millán, en esos trabajos, los investigadores se encontraron con varios problemas: "unas previsiones meteorológicas desastrosas para los países del Mediterráneo y el hallazgo de elevados índices de nitratos y polvos saharianos".

En este sentido, indicó que, en 1982, el aporte de nitratos por vía atmosférica era "de 8 a 10 veces superior al exceso de nitratos que vertían los ríos", casi siempre procedentes de fertilizantes agrícolas, lo que provocaba que algunos cultivos económicamente muy rentables comenzasen a colapsarse.

"El Mediterráneo era en aquel momento una de las zonas más industrializadas de Europa, y no albergaba industrias precisamente limpias", aseguró.

El responsable del CEAM apuntó que han sido esas emisiones de elementos contaminantes, unidas a los cambios de los usos del suelo, las que están provocando un calentamiento de la temperatura marina.

Además, al no descargar las masas de aire su humedad como precipitaciones en tierra, el vapor de agua se desplaza hacia el Mediterráneo por las capas estratificadas, donde se acumula y aumenta el efecto invernadero.

Así, las masas de aire cálido y húmedo, al encontrarse con frentes fríos, producen cada vez con más frecuencia la peligrosa "gota fría".

Lo más grave, a juicio del experto, es que este proceso se ha transformado en cíclico, ya que la desertización y la contaminación atmosférica generan la desaparición de tormentas de verano y la intensificación de la "gota fría", que, a su vez, erosionan e inciden todavía más en la desertización.