Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los políticos que mataron a mi padre

Tras el éxito de "Para acabar con Eddy Bellegueule", Édouard Louis vuelve con una reflexión sobre el origen político de la miseria y otros demonios familiares

Quién mató a mi padre - Édouard Louis. Traducción de Pablo Marín Sánchez - Salamandra - 92 páginas

Esta tremenda novela es muy corta: se lee en un par de horas. Pero lleva dentro dos colosales cargas de profundidad. Primero, son dos novelas en una. Segundo, no se puede escapar del espanto que narra. Dos novelas en una: los recuerdos de la figura paterna más la acusación directa a los gobernantes, culpables de la declinación y muerte del padre. Y, luego, un espanto que es personal y político a la vez. Édouard Louis ?homosexual e izquierdista, como acaba de definirlo o de definirse en algunos medios? nació al norte de Francia en 1992: 26 años nada más. Vendió como rosquillas su primera novela (o confesión): Para acabar con Eddy Bellegueule. Ese es su nombre de pila, que cambió en 2013 por el actual "Édouard Louis". Creció en una familia pobre, en medio del alcoholismo y la violencia, temas que lo sustentan y no abandona. Universitario ?el primero de su familia? y la figura más polémica y notable de esa jovencísima generación francesa que tanto da que hablar. Ni que decir tiene que la comparación de Édouard Louis más frecuente se haga con la agresiva, descarada y reivindicativa de Thomas Bernhard. Hay unanimidad: la exclusión social, la violencia, la dominación y la pobreza son sus bases. ¿Nada más y menos? Vamos a leerlo y, sobre todo, a citarlo.

Sobre la insoportable por obsesiva figura del padre gira la primera parte de la novela, con una definición de "racismo" sorprendente y durísima cuando menos: "El racismo es la exposición de determinados colectivos a una muerte prematura". Visita Louis a su padre, ya pasado el tiempo: "Tu cuerpo se ha vuelto demasiado pesado para sí mismo, tu vientre empuja hacia el suelo, empuja demasiado, demasiado fuerte, tan fuerte que se desgarra por dentro, que se desprende de su propio peso, de su propia masa. Ya no puedes conducir sin ponerte en peligro, ya no te dejan probar el alcohol, ya no puedes ducharte o ir a trabajar sin correr un riesgo inmenso. Apenas pasas de los cincuenta años. Perteneces a esa categoría de seres humanos a los que la política tiene reservada una muerte prematura".

La cosa viene de lejos. En esta especie de estremecedora conversación le recuerda al tantas veces monstruoso padre: "Tu padre [también] bebía mucho y algunas noches, por culpa del alcohol, le pegaba a tu madre. Cogía platos, objetos pequeños y a veces incluso sillas, y se los tiraba a la cabeza antes de abalanzarse sobre ella y golpearla con los puños". Eran, sí, pobres. Pero "cuanto más pobres éramos más dinero gastábamos en fechas señaladas por la angustia de no ser como los demás". Un día, un camión destroza el coche donde el padre de Louis le guardaba regalos: "Con siete años no debería haber llorado por el coche, debería haber pensado en mis regalos, habría sido lo más lógico. ¿Acaso ya me habías hecho entender que formábamos parte de aquellos a quienes nadie ayuda? ¿Me habías inculcado ya el lugar que ocupábamos en el mundo?" Son retazos sobre el padre, un padre obnubilado por la masculinidad y el odio a tener un hijo homosexual. Atentos a la ecuación: "La masculinidad te condenó a la pobreza, a la falta de dinero. Odio a la homosexualidad = pobreza". Es decir: racismo.

Retazos: la pelea de su padre con el hermano; el tremendo fracaso vital: "Tú no te quedabas boquiabierto porque habías perdido el lujo del asombro y del espanto, ya nada resultaba inesperado porque no esperabas nada, ya nada resultaba violento porque a la violencia no la llamabas violencia, para ti era la vida misma, no la llamabas de ningún modo, estaba allí, era". Como ya contó en su anterior novela Louis, llega el fin: un accidente laboral horrible: "Las primeras semanas te quedaste en la cama sin moverte. Ya no sabías hablar, sólo gritar. El dolor te despertaba por las noches y te hacía gritar. Tu cuerpo ya no podía soportarse a sí mismo, cada movimiento, cada desplazamiento, por mínimo que fuera, despertaba tus músculos devastados. Tomabas conciencia de la existencia de tu cuerpo por el dolor, a través de él". Ese padre que no lo admite por su identidad sexual, el padre ausente o huido, el padre agresivo y descontrolado... ahora reducido al padre inválido. ¿Culpa paterna, al fin? ¿Castigo divino?

No. Edouard Louis señala y convierte en (más) política su obra: "Hollande, Valls, El Khomri, Hirsch, Sarkozy, Macron, Bertrand, Chirac. La historia de tu sufrimiento tiene nombres y apellidos. La historia de tu vida es la historia de esa gente que se ha ido turnando para acabar contigo. La historia de tu cuerpo es la historia de esos nombres que se han ido turnando para arruinarlo. La historia de tu cuerpo acusa la historia política". A veces, llamanos novelas de terror a las que nos cuentan fantasmadas. Esta sí es una novela de terror.

Compartir el artículo

stats