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Convicciones humanistas en párrafos bien templados

Unos recuerdos en los que van dibujándose algunos de los más sobresalientes escritores mexicanos de aquellos años: del ubicuo Octavio Paz, que facilitó la integración literaria de Ida Vitale, a Juan José Arreola, el siempre reservado Juan Rulfo o el entrañable José Emilio Pacheco. Escribe la autora de Shakespeare Palace, una referencia a la calle y la primera casa de la pareja Vitale/Fierro en el DF, como suelen llamar los mexicanos a su contaminada y superpoblada capital: "Los casi once años que vivimos en este ritmo de novedades atractivas me hacen ver los anteriores, incluso los de la primera juventud, que se suponen colmados de sorpresas, de aprendizajes sucesivos y deslumbradores, como lentos y monótonos".

Trabajó en el Colegio de México, colaboró con "Vuelta" y participó en varias iniciativas intelectuales de primer nivel, como la puesta en marcha de la publicación "Unomásuno". Escribe una página que llegará a firmar su admirado Gabriel García Márquez y se hace amiga de Álvaro Mutis y esposa; también del poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen. "Hoy me parece asombroso lo que entonces recibía con naturalidad: ser así aceptada y sumada a un fluctuante devenir cultural?". Una noche, en una hora avanzada y al creer que llamaban para gastarle una broma, dejó su puerta cerrada nada menos que a Cortázar, de paso por la ciudad y con ganas de conocer a la exiliada uruguaya. El volumen es, como afirma su autora, una grata "lista del corazón" tan sólo empañada -cuando su autora está a punto de poner el punto final- por el fallecimiento en Austin (Texas), en 2016, de Enrique Fierro.

Otras características tiene De plantas y animales, el libro que ahora rescata Tusquets, aunque hallamos en su prosa la misma inclinación de Ida Vitale por el párrafo bien templado y el deslizamiento de sus convicciones humanistas, además de una nostalgia, quizás, de aquel tiempo en que "todos los seres habrían estado dotados con el poder de comunicarse". "La humanidad se divide, con respecto a los animales, entre los que los aman y los que los detestan", afirma la poeta -claramente alineada con los primeros- desde la apertura de un volumen que propone un muy personal bestiario (aquí, a diferencia de las colecciones medievales, se prefiere hablar de animales reales) a partir de impresiones personales que sazona con su muy erudito arsenal literario.

De Aristóteles a Buffon, de Montaigne a Gerard Durrell, Ida Vitale reúne en el arca de estas páginas un heterogéneo muestrario de gatos y perros, caballos y asnos, alondras y cuervos, sapos y caracoles, arañas y moscas, pero también árboles y fósiles, crisantemos y cebollas, hongos y frijoles bailarines. Asombran los conocimientos que ha ido atesorando sobre cada animal, planta o piedra que trata. Y, también, cómo pone todo ese bagaje en relación con la literatura y con su propia vida. ¿Qué creen que le preguntó Onetti a la poeta cuando supo que el perro de ésta se llamaba Macedonio Fernández? Sí, el nombre del impar autor de Museo de la Novela de la Eterna y el escritor a quien Borges dedicó tantos elogios: "¿Por qué Macedonio Fernández y no Onetti?". Un volumen que ayuda, al igual que Shakespeare Palace, al desciframiento de una poeta central de la literatura en español del último siglo.

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