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Donde habite el olvido

Palabra desnuda para anudar la historia

Una casa en Bleturge - Isabel Bono - Siruela, 212 páginas

La novela reclama un tiempo y espacio de gestación y escritura que más tarde quien lee puede sentir como espacio propio, es esta la virtud pero también exigencia primera de toda buena historia, adentrarse en ella hasta perderse, fundirse o reconocerse en estas páginas que ahora te devoran y devoras a partes iguales. Isabel Bono nos demuestra en Una casa en Bleturge cómo el buen hacer poético mediante el cual muchos y muchas la descubrimos se manifiesta ahora como un claro enriquecimiento de palabra y paisaje. Su palabra es clara, sencilla, no busca el ornamento innecesario ni el dato no sentido, teje la raíz del sentimiento que anuda la historia, algo difícil aquí pues profundiza en ese no lugar que nunca debería haber existido: cuando unos padres viven la muerte del hijo. Algo que no se acepta y que cuesta comprender por falta de naturalidad y justicia, una muerte no natural, para la que nadie puede estar preparado y cuyo dolor rompe el vínculo personal y familiar pero principalmente el núcleo o esqueleto familiar: "Sin duda, la risa de mi madre es el lugar más remoto que conozco.Pero me temo que el consuelo que busco tampoco está ahí". Así comienzan a tejerse los nudos de dolor y vacío que la autora va diseccionando en pequeños cortes de aproximación a estos personajes que se debaten entre la pérdida física del hijo o hermano y su propia devastación interior. La culpabilidad, el sinsentido, la soledad que desborda como una sustancia viscosa que se adhiere al cuerpo sin dejar espacio al aliento ni por supuesto a futuro alguno parece invadirlo todo: "La soledad ¿se acaba alguna vez?".

Entre las ruinas surge la imagen blanca de un lugar lejano, esa libertad posible, la liberación del recuerdo y la muerte: una casa en Bleturge. Un lugar donde tal vez sea posible renacer. Algo que se construye como posibilidad imaginada pero que a su vez crece como esperanza, como faro, un lugar al que dirigir una mirada ya muerta, sin vida ni perspectiva alguna. Un modo de construir una nueva esencia. La vida continúa pero es difícil mantenerse en pie frente a la nada: "¿No te ha pasado nunca que de repente no sabes dónde estás y, lo que es peor, te da exactamente igual?". De ahí la necesidad de arrojar la mirada lejos y también el cuerpo y buscar un punto de luz a lo lejos: "Qué pocas cosas necesitamos, piensa mientras mete en la bolsa algo de ropa, su cuaderno nuevo, el reloj de bolsillo y la pluma de su padre". Aún es posible salvarse. Dirigirse hacia un nuevo lugar entonces.

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