Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercedes Bengoechea - Sociolingüista, especialista en lenguaje y género

"Todas las lenguas discriminan a la mujer"

"Usar la doble forma de género, niños y niñas por ejemplo, no se puede y aburre, pero sirve para que pensemos en ellas"

La catedrática Mercedes Bengoechea, durante una reciente conferencia.

Aunque el sexismo en el lenguaje parece una cuestión que ahora se ha puesto de moda, Mercedes Bengoechea (Madrid, 1952) lleva más de una década dedicada a estudiar cómo, por el simple hecho de hablar, una persona puede contribuir a silenciar a la mujer y a fomentar el machismo. Es sociolingüista y catedrática de Filología Inglesa en la Universidad de Alcalá de Henares, ha escrito una extensa lista de publicaciones sobre lenguaje y género y ha asesorado a diversas instituciones y organismos públicos en la materia.

-Supongo que el lenguaje no sexista es mucho más serio y laborioso que reducirlo todo a decir, por ejemplo, niños y niñas o colar un "miembros y miembras".

-Sí, es mucho menos simplista. Parece que hay dos visiones y solo dos. Por una parte, la lingüística más tradicional, que representa la Real Academia (RAE), diciendo que no se puede decir niños y niñas; y por la otra, la clase política, muy exigente, diciéndolo. En el medio es donde debemos estar. No hay que desdoblar constantemente, porque no podríamos hacerlo y aburre. Ahí estoy de acuerdo con la RAE. Pero decir que el masculino no genera dudas es también cerrar los ojos a una realidad. ¿Cómo es posible que de todas las lenguas del mundo que tienen género gramatical siempre sea el masculino, es decir, el género de los varones, el que engloba a las mujeres? Ahí es donde han actuado la historia y las sociedades patriarcales, que son todas las del planeta, para que la lengua se acomodase a una sociedad donde las mujeres no contaban, los hombres tomaban las decisiones? Eso ya no sirve. La lengua también se transforma.

-Pero desdoblar continuamente es poco práctico...

-Es ajeno al sistema. Es como decir siete veces la expresión "por ejemplo". No obstante, en cierto modo queremos romper el sistema y acabar con el sexismo en el lenguaje.

-¿Y sirve para algo insistir en la doble forma, decir niños y niñas?

-Para que pensemos en las niñas; si no, se nos olvidan. Hay un montón de investigaciones en España sobre ello. La Unión Europea nos dice que miremos cómo se usa la lengua y que no usemos lenguaje sexista; el Parlamento Europeo, en la anterior legislatura, avisó de que hay que cambiar las constituciones y pasarlas del lenguaje sexista al inclusivo. Eso en todas las lenguas de Europa, porque todas tienen el mismo problema. Está demostrado que cuando empleamos el masculino genérico se piensa solo en varones.

-¿Y cuáles son las alternativas al masculino genérico sin usar la doble forma?

-Las mal llamadas formas neutrales, que aparentemente representarían por igual a hombres y a mujeres. Por ejemplo, la ciudadanía, el vecindario o el pueblo español. No sexuadas. Pero lo que pasa es que hay veces que se usan solo para varones. Cuando se recurre a la doble forma, el objetivo es hacer que se vea a las mujeres. En los textos medievales se usaba constantemente. El Edicto de Granada, cuando Isabel la Católica expulsa a los judíos, recoge que se expulsa a los judíos y a las judías, que cojan a sus hijos e hijas y a sus criados y criadas? ¿Por qué? Porque si no se podrían quedar las mujeres. Ya entonces se era consciente de que el masculino era ambiguo.

-Los ingleses, sin género gramatical en su lengua, ¿son menos machistas?

-Todas las lenguas del planeta tienen mecanismos sexistas que discriminan, invisibilizan o subordinan a las mujeres. El género gramatical es solo uno de ellos. Todas priorizan al hombre y en todas se dice por delante hombres y luego mujeres, niños y niñas, mi padre y mi madre, y no al revés. Es el orden patriarcal. Todas tienen construcciones en las que el femenino es peyorativo: por ejemplo, zorro y zorra, gobernante y gobernanta? Todas llevan mecanismos por los cuales la situación de hombres y mujeres queda construida por la lengua. Una de las formas de subordinar es el género gramatical. No la única. ¿El inglés? No tiene género, pero sí construcciones por las cuales subordina a la mujer. Lo mismo el finés, sin género.

-¿No sería más eficaz la evolución natural, no forzar el cambio?

-Pero para empezar a cambiar hay que hacer algo.

-¿A la RAE le cuesta asumir cambios?

-La Academia ha cambiado mucho y no es la de hace 30 años, cuando Fernando Lázaro Carreter se reía y decía: "Habrá que hablar de víctimos?". Esa misma RAE ha reconocido ya formas que han evolucionado porque usamos de forma distinta la lengua. Ya admite que se diga que "Alicia de Larrocha es la mejor pianista o la mejor música del siglo XX": uso el femenino para englobar a hombres y mujeres. No digo el mejor músico.

-Cambios que se han integrado y asumido de forma natural, sin forzar, ¿no?

-Exacto. Es lo bonito. Y cambios que son tremendamente importantes.

-En esa impermeabilidad a los cambios que se le atribuye a la RAE quizás tenga que ver que la institución no quiere perder de vista su función, creo, principal, que es la de velar por la corrección del lenguaje. Usted ha puesto el ejemplo de "víctimos". Es que eso sería incorrecto, como decir periodisto...

-Sí, claro, pero no hay que confundir. La lengua es mucho más abierta y flexible de lo que nos parece. En el colegio nos enseñaron mucha rigidez. Sigo con los ejemplos. Los primeros hombres que cosieron eran modistas, que es común. Pero ellos no querían equipararse a las que consideraban "modistillas" y se definieron modistos. Y la lengua lo aceptó. Va contra la gramática, porque la terminación -ista es común. Pero aquí hubo adaptación. No digo que sea el futuro. Pero sí que hay flexibilidad.

-¿Y los límites?

-Salirse del sistema. Pero el sistema no es la corrección, que a esta la marca la moda del momento, lo que sigue la Academia. Ahora bien, cuando no se entiende algo, mal asunto. Pero solo porque suene raro, no es motivo de rechazo. La lengua hablada es muchísimamente más rica y porosa que la escrita.

-Tanto insistir y obligar a cuidar el lenguaje, ¿no genera rechazo y exacerba el machismo? Provocar algo así como "por mis cojones no voy a hablar así"...

-Hay una resistencia a la pérdida de hegemonía, de poder simbólico por parte del patriarcado. Muchos hombres están dispuestos, pero les cuesta, algo que es normal. Escucho por ejemplo a muchos periodistas que hacen el esfuerzo, que lo intentan. Al lado de esos, hay otros que dicen: "No, siempre ha sido así y tiene que ser así". Yo entiendo que les cueste, pero les digo: no hables de forma diferente a como piensas, defiende tu postura. Yo defiendo la mía y creo que el masculino no me representa.

-¿Y el español, qué lugar ocupa en el destierro del lenguaje sexista?

-No lo sabría decir, pero en España vamos muy por delante de Hispanoamérica. Allí en general son más machistas. Hay lenguas que van muy por delante, como el alemán y el inglés. El italiano, por detrás. En el fondo es como la sociedad. A pesar de todo, en los últimos 25 años veo un cambio impresionante. No nos damos cuenta porque hemos naturalizado los cambios.

Compartir el artículo

stats