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Pablo Rodríguez: "La inteligencia artificial ficha a ingenieros a precio de futbolistas"

"En los próximos años veremos más aparatos inteligentes para el hogar a medida que se abaraten los componentes electrónicos y aumenten los acuerdos comerciales entre las diferentes marcas"

Pablo Rodríguez. Telefónica

El ingeniero de Telecomunicaciones Pablo Rodríguez trabaja a diario con millones de datos. Los interpreta con un pie aquí y otro en el futuro. Sus respuestas son rápidas y concisas. Su agenda, apretada. Es el director de Investigación e Innovación de la empresa Telefónica y un referente internacional en el estudio de nuevas herramientas digitales y en el mundo de internet. Vaticinar el devenir tecnológico no parece resultarle complicado. Habla con naturalidad de máquinas inteligentes capaces de hacer cosas que el humano sería incapaz de ejecutar y no le tiembla el pulso al afirmar que estamos cerca de presenciar la próxima revolución industrial. La Inteligencia Artificial (IA, de sus siglas en inglés) será la protagonista de este nuevo escenario y a ella le dedica este experto su último libro "Inteligencia Artificial. Cómo cambiará el mundo (y tu vida)".

- Un libro sobre Inteligencia Artificial, ¿es la gran desconocida?

-Es el motor de la próxima revolución industrial, junto con la robótica y la biotecnología. Ha venido para quedarse y ya está en nuestro día a día; desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos.

- Un ejemplo.

-En el momento en que nos levantamos y encendemos el móvil ya está presente. Si utilizamos la aplicación "maps" para llevar a algún sitio, la inteligencia artificial nos sugiere el camino más corto; en las búsquedas de internet es capaz de autocompletar la frase sobre la que buscamos información. En la televisión nos recomienda la próxima película que podemos ver, a tenor de las que ya hemos visto. Hasta las cámaras de las autopistas son inteligentes y son capaces de detectar varios coches y determinar dónde se encuentran los atascos.

- ¿Cómo cambiará nuestro mundo en el futuro?

-Entramos en una fase de grandes cambios. Esto se debe a tres factores. En primer lugar, ha mejorado el nivel de computación y las máquinas cada vez son más listas. Por otro lado, aumenta la cantidad de datos. Por ejemplo, cada minuto en internet se mandan 200 millones de correos. El último de los factores que propician el cambio es la capacidad de programar ordenadores con algoritmos más sofisticados. Gracias a todo esto, podremos pasar al siguiente nivel: el aprendizaje profundo.

- ¿Qué significa?

-Permitirá a las máquinas detectar cosas que el ser humano nunca podría hacer. Se podrán encontrar patrones muy difíciles de descubrir por el cerebro, por más que lo intente. Esto afectará a muchos niveles, tanto financieros como en el ámbito turístico o el sanitario. En mi libro doy ejemplos de cómo se puede trabajar con la inteligencia artificial para hacer el bien. Hablamos de erradicar pandemias o ayudar en terremotos, por ejemplo. Esto es sólo el principio.

- ¿Y su traducción en el ámbito cotidiano?

-Esta nueva ola de inteligencia artificial ya está aquí en la capacidad de los "chatbots" (programas capaces de mantener una conversación fluida con los usuarios). Ellos ya tienen una interacción más humana. Pueden hacer una llamada y expresarse como lo haría una persona: pedir una mesa en un restaurante o una cita en la peluquería sin que nadie detecte que son un robot. Han conseguido pasar el "test de Turing", una prueba que muestra la habilidad de una máquina para comportarse de forma inteligente, similar a como lo haría un humano.

- Los altavoces inteligentes para el hogar (Google Home o Amazon Echo), ¿son el principio de esta nueva realidad?

-Estos asistentes son la primera generación. La segunda generación vendrá con un modelo de interacción que les permitirá tener un contacto más humano y emocional. Serán capaces de entender cómo nos sentimos, observar qué necesitamos. De esta manera, sabrán si estamos tristes o aburridos para hacer algo al respecto.

- ¿Podrá la inteligencia artificial curar enfermedades como el cáncer?

-Acabamos de empezar. La IA se centra, por ahora, en encontrar patrones. En el ámbito de la medicina, busca dentro de una radiografía elementos indicativos de un cáncer humano. Unos indicios que el humano no podría detectar.

- ¿Se cargará puestos de trabajo?

-Traerá cambios. La inteligencia artificial reemplazará tareas, no trabajos. Pero traerá otros nuevos: el 40% de los trabajos que habrá en 2030 no existen hoy. Las tareas a remplazar con aquellas mecánicas, al igual que ocurrió durante la revolución industrial. El valor de los humanos estará en otros campos como la creatividad, el pensamiento crítico o el liderazgo.

- ¿Qué profesiones resistirán?

-Las profesiones estrellas del futuro serán las relacionadas con trabajos sociales, terapéuticos o psicológicos. En el sector sanitario, más allá de que la tecnología pueda leer una radiografía como ocurría en el ejemplo anterior, la labor del radiólogo siempre será necesaria para hablar con las familias o pedir otras pruebas. Las humanidades también volverán a tomar protagonismo y serán importantes los sociólogos o los antropólogos. Estaremos más centrados en saber por qué hacemos las cosas que en el hecho de hacerlas.

- ¿Y los periodistas?

-También serán necesarios. Deben estar en el lugar adecuado para transmitir historias. Eso no lo puede hacer un robot.

- Según cuenta en su libro, también habrá cambios en el fútbol, ¿por qué?

-Hasta ahora disponíamos de las estadísticas básicas de cada jugador. Las mismas que podía ver un entrenador o los ojeadores. Ahora, con la capacidad de sensorizar un partido, podemos ver, en tiempo real, cosas que el ojo humano no puede ver. Se pueden encontrar patrones de juego para crear oportunidades y definir nuevas estrategias. No reemplazará el trabajo de los técnicos, pero les ayudará.

- En su obra explica que a veces le dan ganas de "bajarse de internet", ¿por qué?

-Yo también siento el sesgo sobre el tipo de información que consumo, pero es muy importante volver a conectar con lo que nos hace humanos. Con nosotros mismos. No se trata de volver a ponernos en el centro del mundo, sino saber qué rol vamos a adoptar ahora. Para esto hay que saber cómo acercarse a la tecnología y cómo usarla.

- ¿Y cómo se hace eso?

-El ser humano tienen la capacidad de decidir siempre qué hacer. Se relaciona la inteligencia artificial con "Star Wars" o con humanoides, pero detrás de los asistentes personales no hay un robot sentado contestando nuestras preguntas. Es un ordenador que ha sido programado por un humano. Los ordenadores no serán más inteligentes que el humano, al menos en nuestra generación. El trabajo con la inteligencia artificial es el más sexy del siglo XXI: se están fichando a ingenieros como se fichan a jugadores de fútbol.

- Sin embargo, son muchos los detractores de la inteligencia artificial, ¿atenta contra nuestra intimidad?

-Los datos son la fuente de la que se nutren las máquinas. De la misma manera, que un niño aprende con lo que lee o lo que ve. Estos datos son esenciales, son nuestra alma digital. Saben de nosotros más de lo que sabemos de nosotros mismos. En los últimos años, se debate de quién son estos datos o sobre su privacidad. Lo ideal es poder tener una relación con internet como la tenemos con el médico, que le confiamos nuestros datos y le contamos nuestras cosas con la confianza de que no va a salir de ahí. La nueva Ley de Protección de Datos de la Unión Europea permite dos cosas. Por un lado, habrá una mayor transparencia y, por otro, un mayor control. Todos hemos recibido millones de correos en los que las compañías nos piden permiso para utilizar nuestros datos. Por primera vez, todo es más transparente. Los casos de filtración de datos han tenido un efecto casi inmediato.

- ¿Cómo evitamos que vuelva a pasar lo que ocurrió con Facebook y Cambridge Analytica?

-La sociedad cada vez exige más transparencia y la regulación europea es un buen paso en esta dirección.

- ¿Cómo se le enseña ética a los sistemas de inteligencia artificial?

-Los valores éticos o morales se pueden codificar. El problema no es ése. El problema es que la sociedad llegue a un acuerdo sobre cómo gestionarlo. Las máquinas empezarán a deducir ciertas cosas por nosotros y tendremos que pensar qué es justo y ético. Por ejemplo, cuando una máquina conduzca un coche y se vaya a producir un accidente tendrá que decidir si salva a las que personas que lleva dentro del vehículo o a un ciclista que circula por la calle. Hay que codificar las pautas que decidan esto. En la actualidad, nuestra capacidad de perdón es mayor si el error lo comete un humano a si el fallo procede de una máquina.

- ¿Las maquinas pueden estar programadas con las ideas y perjuicios de sus creadores?

-Sí, pero parte de la regulación ya se ha hecho y habrá más regulaciones en temas de ética en los próximos años. Un ejemplo reciente es el de Microsoft, que sacó un "bot" que leía datos muy sesgados y tuvieron que apagarlo porque se convirtió en antisemita, misógino y homófobo. Las máquinas tienen que aprender de los humanos poco a poco. Cuando más avancemos nosotros, más lo harán ellas.

- Llevamos años hablando del Internet de las Cosas pero la cafetera, de momento, no prepara el café sola y la nevera no nos avisa de que queda poca leche, ¿Qué falta para llegar ahí?

-Ya estamos ahí. Lo estamos desde el momento en que la televisión, los relojes o los teléfonos son inteligentes; es decir, están conectados a internet. Son capaces de hacer cosas cuando estamos dormidos como actualizarse o descargar una serie. Sin embargo, lo que está faltando hoy es que hablen entre ellos. Es un problema de interoperabilidad porque el mercado se tiene que poner de acuerdo para que hablen entre ellos y se conecten. Veremos más aparatos inteligentes conforme se abaraten los componentes electrónicos y aumenten los acuerdos comerciales entre las diferentes marcas. Pero hoy ya vivimos esa realidad: gran parte del tráfico de internet, en torno al 40 por ciento, procede de máquinas. No son búsquedas humanas.

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