Una gastronomía tan sabrosa como diversa que se ha extendido por todo el mundo. Así es la cocina italiana, con sabores que gustan a todos los paladares y productos que sobresalen por su frescura.

En la ciudad, uno de los exponentes de esta tradición culinaria es La Pomarola, donde se reinventan sabiamente recetas del país alpino para adaptarlas a los gustos de los vigueses. "No es lo mismo abrir un restaurante italiano en Galicia que en Valencia -apunta Fátima Álvarez, propietaria del establecimiento-. Tienes que pensar en el producto local del que dispones y en el gusto de la gente. Por ejemplo, aquí la masa de la pizza gusta intermedia. También gusta ver lo que se está comiendo: que se vean los champiñones, el huevo cocido, el calabacín... todo fresco, nada enlatado. Creo que es lo que marca la diferencia en La Pomarola".

En su afán por incorporar sabores gallegos a la gastronomía italiana, el restaurante ha incluído en su carta la milanesa a la gallega, una versión de la clásica napolitana con grelos, queso de Arzúa y chorizo.

Nuevas propuestas como los sorrentinos de calabaza con queso ricota o la lasaña de marisco se suman a una oferta culinaria que se abre con entrantes fríos (carpaccio, pionono) y calientes, entre los que destacan la fugazzeta; el chorizo criollo a la pomarola; los crostini; las pascualinas o la provoleta.

Las pastas se elaboran en el propio establecimiento y para acompañarlas se puede elegir entre diez salsas, desde las tradicionales napolitana, boloñesa, pesto, carbonara y cuatro quesos hasta las muy demandadas de peperonccino o crema de langostinos.

Una treintena de variedades conforman el apartado de pizzas, cuya masa clásica se elabora a diario, incluso hasta dos veces al día, siempre a mano para que esté fresca y en su punto.

En el campo de las carnes, destacan con su pollo al Marsala y su entrecot, que muchos clientes vienen expresamente a comer a La Pomarola acompañado de diferentes salsas (a la pimienta; crema de setas; a la mostaza a la antigua...).

Para finalizar el ágape, el tradicional tiramisú, las tartas de fresa y de chocolate o la macedonia, cuyas frutas se pican también a diario, son algunas de las dulces recetas con las que culminar la velada en un establecimiento que destaca también por su ambiente familiar, con una decoración nada estridente que invita a charlar tranquilamente con los compañeros de mesa, algo a lo que también empuja el hecho de que no haya televisor.