Martin Verfondern, de 52 años, tenía gestiones que hacer la mañana del 19 de enero de 2010, el último día de su vida. El holandés de origen alemán salió temprano de Santoalla, la remota aldea de Petín (Ourense) donde vivía afincado junto a su esposa desde 1997 y a la que llegaban voluntarios itinerantes acogidos por el matrimonio para colaborar en la agricultura y el cuidado de animales. Martin hizo trámites en Hacienda y la compra en un súper de O Barco antes de detenerse en A Rúa, de vuelta a casa. Quería conectarse a internet pero la línea de una cafetería fallaba. Verfondern se marchó antes de lo habitual, sobre las dos de la tarde, y el último testigo vio su aparatoso vehículo, un todoterreno de aspecto militar, por la carretera que lleva a Santoalla, su aldea, tras doblar la plaza de Petín. Investigadores de la Guardia Civil inspeccionaron ayer la localidad, pistas y el monte de A Veiga donde aparecieron sus huesos y su Chevrolet Blazer parcialmente calcinado, el pasado mes de junio, para esclarecer qué pudo suceder tras ser visto por última vez.

Agentes de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Ourense guiaron al fiscal y a un secretario por los escenarios del crimen, cuya investigación se adentra en la fase culminante casi 6 meses después del hallazgo de sus restos de forma casual. Un helicóptero que iba a un incendio avistó un destello. La inspección de la zona sacó a la luz un crimen que se había investigado, sobre todo, como una desaparición o un siniestro, sin que las montañas sinuosas de Valdeorras ni sus embalses arrojaran respuestas.

En Portela do Eixe, un pinar de alta montaña en A Veiga situado a unos 12 kilómetros de Santoalla en línea recta, aparecieron diseminados huesos de casi un tercio del esqueleto (buena parte del cráneo). Cerca de donde aparecieron había vestigios de una fogata, un ordenador calcinado, trozos de tela y la carcasa de un móvil. Los homicidas trataron de borrar rastro incendiando el vehículo, donde se hallaron restos de sangre.

Más de dos mil folios de averiguaciones, con interrogatorios -vecinos y conocidos de Martin, cazadores de la zona y varios sospechosos-, engrosan las diligencias del caso, que mantiene bajo secreto de sumario un juez de O Barco. De momento no hubo detenciones.

La comisión se dirigió ayer primero a la aldea donde aún reside la mujer del holandés, así como la otra familia del pueblo, con la que Verfondern mantuvo diferencias y pleitos por los derechos del monte comunal. Los investigadores de Ourense y Madrid dejaron la aldea para adentrarse, a través de la montaña, por la posible ruta de los homicidas, inspeccionando la zona.