"No fue un secuestro, fue una represalia por una madera que le robaron a mi papá". La declaración, esposado y a pie de furgón, la realizó ayer, a preguntas de los periodistas, el supuesto cabecilla del secuestro del empresario cambrés, Jesús Mejuto, de 52 años que ha sido imputado por un delito de secuestro y tenencia de armas.

La juez de Instrucción 1 de Betanzos ratificó el auto de prisión cautelar para los ocho implicados en el rapto del maderista, Abel Diéguez. Considera que existe riesgo de fuga o de destrucción de pruebas. Los detenidos se enfrentan a penas de entre 6 y 10 años de cárcel. Su grado de implicación en el caso será determinante a la hora de fijar su condena o absolución.

Jesús Mejuto admitió ante la juez ser el cabecilla de la operación, que arrancó el pasado día 18 con el rapto del empresario en Aranga y culminó la madrugada del día 24 con su rescate pro la Guardia Civil en una granja de Lalín. El vecino de Boimorto alegó que se trató de un escarmiento por una deuda que la empresa familiar del maderista, Dieda Forestal e Inversiones, había contraído con su padre, que habría fallecido sin cobrar 12.000 (más 4.000 de intereses) de los 34.000 euros por una compra y tala de unos eucaliptos de su propiedad en Palas de Rei, como adelantó FARO. Fuentes del entorno del empresario mantienen que aunque figura como administrador solidario, se había desvinculado hace años de la empresa por desencuentros con su hermano.

Jesús Mejuto centró ayer sus esfuerzos a defender ante la juez la inocencia de su hijo, de 18 años y recién llegado de México. Aseguró que su primogénito no había participado en el rapto ni el posterior cautiverio y afirmó que su presencia en el vehículo en el que fueron detenidos tras una persecución por Melide se debió a que siempre estaban juntos. Manifestó que su hijo había regresado hace un mes de México en busca de una "vida mejor" y que quería ser Policía Local o Guardia Civil.

Los propietarios del galpón en la que permaneció retenido cinco días el empresario cambrés, Ester Silva y Miguel Martínez, aseguraron ignorar que el hombre que dormía en su cobertizo estuviese secuestrado. "¡Sacad fotos!, ¡sacad fotos al inocente!", desafiaba a la entrada en los juzgados Miguel Martínez, jubilado retornado de Francia. A preguntas de la juez, este vecino de Lalín de 69 años y su mujer relataron que el novio de su hija, José Manuel Mejuto, y sus amigos les dijeron que se trataba de un joven que "se había vuelto loco" tras romper con su pareja y que le habían llevado a la aldea porque "no tenía donde ir".

La aldea de Xar celebraba la matanza y, al ser preguntado por la juez si le parecía normal que durmiese en una porqueriza insalubre, Martínez respondió que "era normal" en esas fiestas. Relató que durante esos días los amigos del novio de su hija llegaron más de una vez ebrios y "dormían en la telleira". Su mujer, Ester, dijo que le hizo la comida como al resto de los invitados. Su hija, Isabel, era consciente del secuestro, pero justificó su participación por "miedo" a su cuñado.

Los otros cuatro implicados aseguraron haber participado bajo coacciones o por miedo. José Manuel Mejuto "atemorizado" por su hermano. El hombre que supuestamente tendió la emboscada, y cuyo coche fue utilizado para el secuestro, Jesús Miguel Míguelez, declaró que el cabecilla le amenazó con matarle a él y a su hijo. El supuesto guardián, el expolicía Ramón Mosquera Tarrío, con sus condiciones mermadas por la edad, mantuvo también que fue coaccionado por el cabecilla.