La muerte de los dos niños en una tarde de ocio a la orilla del río Miño ha sacudido al pequeño municipio de Salvaterra, pero de forma muy especial a la pequeña comunidad marroquí del municipio. Ocho familias procedentes de Marruecos "resisten" en Salvaterra la difícil situación económica, que golpea a España.

Los padres de Yunes y Mohamed llegaron a la villa hace unos cuatro meses. Antes estaban asentados en Mos, a donde llegaron procedentes de otras zonas de la provincia; el cabeza de familia Khalifa Sidky, reside en Galicia desde hace unos 11 años y su esposa hace tan solo cinco. En la actualidad el padre no tiene trabajo estable pero vende de forma ambulante productos en ferias y por las calles, aunque no siempre.

Siete de las familias que residen en la localidad, entre ellas la familia Sidky, ocupan un edificio nuevo cerca del colegio. Sus viviendas cuestan al mes un alquiler de 100 euros que fueron pagados por adelantado -1200 euros- con contrato en regla, salvo que se encontraron que la luz del edificio era de obra y no tenían enganche de agua, con lo cual tuvieron que encargarse por su cuenta.

Los niños están escolarizaron en la villa. Yunes y Mohamed tenían otros dos hermanos pequeños -también varones- de año y medio y cinco años, que son ahora la esperanza del futuro.

La resistencia de estas familias se basa en el "barato, barato", los productos que logran vender por las calles y mercados a través de la "ganga", el precio asequible, el regateo, y evitar que el cliente se marche sin comprar. Al principio llegaron vendiendo alfombras procedentes de Marruecos, un producto donde no tenían competencia, pero posteriormente prendas de ropa, especialmente pieles, hasta llegar a productos cuya procedencia es muy variada pero fundamentalmente son made in china.

Su estancia en Salvaterra es circunstancial. Buscan lugares comunicados, "centros del mundo" y económicos donde asentarse. "Nosotros somos generalmente comerciantes de carácter ambulante, pero en nuestra colectividad hay personas que trabajan en otras cosas, en la pesca y en la construcción, hasta como asistentes de hogar... pero ahora hay muy poco trabajo", asegura uno de los integrantes del colectivo.

El alcalde de Salvaterra, Arturo Grandal, indica que los marroquíes se han empadronado en la villa y se han integrado. "Nadie se ha quejado de su conducta, son gente con su religión y sus costumbres, pero educada y que se integró muy bien", indica.

Los niños fallecidos eran muy queridos por sus compañeros de clase que a Mohamed le llamaban cariñosamente "Moja", cuando jugaban por la zona.

El Concello de Salvaterra, que ayer celebró un pleno extraordinario por el que se decretan dos días de luto oficial por el fallecimiento de los niños, ha puesto sus servicios a disposición de la familia para lo que puedan necesitar. "Ha sido un hecho lamentable que ocurrido en nuestro municipio y estamos a disposición de la familia afectada", señaló Grandal. En este sentido el departamento de Servicios Sociales ha estado desde el primer momento atendiendo a la familia, y prestando apoyo a la misma.