Lidia Blanco, de 77 años, vive sola en una vivienda algo apartada del núcleo de San Paulo de Xende, en A Lama (Pontevedra). La noche del viernes pasó la media hora más difícil de su vida, cuando fue asaltada en su cama por un desconocido, que la inmovilizó para robarle las escasas posesiones que guarda en su casa: "Pasé un miedo muy grande, pensé que moría; ahora solo quiero que descubran al ladrón".

– ¿Cómo ocurrió?

– Estaba en cama, serían las dos de la madrugada. Duermo de cara a la pared y de repente sentí que alguien me agarraba por detrás y con la ropa de la cama trataba de asfixiarme. Me puso la manta en la cara y casi me ahogo. Me resistí un rato, pero luego pensé en que era mejor que me hiciera la muerta y me quedé quieta. Él me dejó y se puso a revolver la mesilla de noche, un baúl y toda la casa.

– ¿Le hizo daño?

– Cuando me atacó me apretó la cara, la boca, la nariz, toda la cabeza; luego no me hizo nada más. Yo ya soy veterana y pensé que era mejor quedarme quieta y callada. Debió ser un santo que me salvó.

– ¿Cómo era el individuo que la atacó?

– Estaba encapuchado, pero era alto y fuerte. Con la mano me tapaba toda la cara. Vestía de oscuro, con una especie de mono de faena.

– ¿Qué le robó?

– Tengo en la mesilla de noche una cartera con dos cartillas del banco, el carné de identidad y la cartilla del médico. Eso se llevó. También buscó en el baúl, que hay un maletín con documentos viejos, con las escrituras de la casa, y luego rebuscando fue a dar en otra habitación con las pocas joyas que tenía. También ropa de cama. No tengo dinero, pero sí fincas. Desconfío de que alguien mandase a ese individuo a ver qué tengo yo.