La Guardia Civil investiga la muerte de una octogenaria y su hijo, hallados ayer por la mañana en un alpendre anexo a su domicilio en la localidad ourensana de Maside. El hombre, Juan Antonio Arbor Rodríguez, de 57 años, apareció colgado de una viga junto al cadáver de su madre, Delia Arbor Rodríguez, de 85 años, que yacía en el suelo con un golpe en la cabeza. No se descarta ninguna posibilidad, pero la investigación se centra en la hipótesis de que el hombre se suicidó después de matar a su madre, según confirmaron fuentes del instituto armado. Los vecinos afirmaron que los habían visto por última vez el jueves por la tarde.

Juan Antonio no estaba casado ni tenía hijos, por lo que vivía con su madre en el domicilio en el que fueron encontrados. La vecina de la casa contigua, que además es sobrina de la fallecida, descubrió los cuerpos a las 12,40 horas de ayer, cuando salió a la ventana a sacudir la ropa. La mujer pudo ver las piernas de su primo en el aire y el cuerpo de su tía en el suelo. Presa del pánico, avisó a un obrero que trabajaba en la casa de al lado. Fue éste el que avisó a la Guardia Civil, que enseguida envió a la policía judicial al lugar de los hechos.

Los vecinos, agolpados junto al cordón policial, se mostraban perplejos e incrédulos ya que Juan Antonio Arbor era un hombre "muy bueno y servicial" que no solo "quería muchísimo" a su madre, sino que "la sacaba todos los días a pasear". Aseguran que ni la madre tenía problemas serios de salud que la incapacitasen, ni el hijo mostraba signos depresivos en su conducta.

El alcalde de Maside, Celso Fernández, se refería ayer al suceso como algo "inesperado" debido a que no existe ningún antecedente que "hiciese pensar que pasaría algo así". De hecho, tanto el regidor como los vecinos aseguraron que madre e hijo se llevaban bien y que nunca los habían visto pelearse. Tampoco existen denuncias previas por agresión o lesiones.

Tras el análisis forense y la visita de la juez que ordenó el levantamiento de los dos cadáveres, el furgón judicial trasladó los cuerpos ante la expectación de los consternados vecinos. A las 15,40 horas, todos regresaban a sus casas, preguntándose qué habría pasado por la cabeza de Juan Antonio "para acabar así con todo". El hombre, carpintero en paro desde hace meses, "no tenía problemas", aseguran.

Los vecinos de Juan Antonio y Delia Arbor no podían creerse ayer lo sucedido: "Es una costa tan rara que deja a uno tonto", repetían una y otra vez. Ninguno había advertido señal alguna que alertase del final de una madre y un hijo que habían estado "siempre juntos". Precisamente todos destacan ese lazo y la honradez de Juan Antonio: "Siempre la llevaba a las novenas y se ofrecían juntos a los santos", comenta una sobrina de Delia. Con los ojos llorosos, esta mujer contaba a la espera del levantamiento de los cadáveres como su primo la sacaba todos los días a pasear "del ganchete". No entienden nada ya que, a pesar de estar en el paro, nunca vieron a Juan Antonio hundido. Además, añaden, "tenía proyectos", ya que estaba construyendo una casa nueva a escasos metros de la de su madre.