Con un retraso, con una simple demora a la que en un primer momento muchas veces no se le da importancia. Así empieza el calvario. Porque con el paso de las horas y sobre todo de los días esa tardanza acabará convirtiéndose en una desaparición. Son muchas las familias que viven desesperadas buscando a sus seres queridos, exprimiendo cada pista, por pequeña que sea, para intentar dar con ellos o saber qué les ocurrió. Y en algunos de estos casos hay pruebas o al menos evidentes sospechas del destino trágico de la persona a la que se le perdió la pista: las investigaciones policiales arrojan que más de una quincena de personas desaparecidas en Galicia durante los últimos quince años podrían haber sido asesinadas.

Con esta base, la de un crimen, es en la que se trabajaba en el caso de María José Arcos. De hecho, pese a la ausencia de cuerpo, el juez de Ribeira que ordenó la detención de Ramiro Villaverde lo hizo por un presunto delito de asesinato. Esta compostelana lleva casi quince años desaparecida, ocho más que María Victoria Méndez Caride y Francisco Fernández Golpe, una pareja viguesa de Cabral de la que no se volvió a saber nada desde el 3 de diciembre de 2004: debían de salir de vacaciones con unos amigos que, finalmente, se fueron sin ellos. La familia señaló desde un principio que su marcha no fue voluntaria y, de hecho, su coche fue hallado tiroteado y quemado en un monte de Porriño. En relación con esta causa llegó a haber cinco detenidos, pero la titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo, que llevó la investigación, decretaba en 2008 el archivo provisional del asunto "al no haber indicios suficientes para acusar a persona alguna por su participación en los hechos".

Otro caso que también ha sido cerrado de forma provisional en la ciudad olívica fue la desaparición de la viguesa Ana María F.B., una mujer de 37 años a la que se le perdía la pista en 2008 en una cuneta de la A-52 cuando regresaba en coche con su marido y su hijo de diez años a su domicilio familiar de Barbate (Cádiz). La víctima se había adentrado en una zona boscosa de la autovía tras una discusión y solo regresó su pareja. Este hombre, que tardó casi un mes en denunciar la desaparición, llegó a estar imputado, pero el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Vigo decretó el sobreseimiento provisional al no aparecer el supuesto cadáver ni existir evidencias sólidas contra él. Los rastreos que la Guardia Civil hizo en la A-52 con perros rastreadores resultaron infructuosos.

Avances

Pero hay otras investigaciones que consiguen avanzar judicialmente. Es el caso de la del arousano Fernando Caldas, un joven que desapareció en 2004 cuando ya no volvió tras un viaje desde Vilagarcía a Bertamiráns. No hay cadáver, pero eso no será impedimento para que las diez personas procesadas en la causa acaben sentándose en el banquillo de la Audiencia Nacional, ocho de ellos para responder por un supuesto delito de asesinato y detención ilegal: solo queda que el tribunal fije la fecha del juicio.

Una desaparición por la que se llegó a celebrar una vista con cuatro acusados fue la del empresario ourensano Guillermo Collarte, del que nada se volvió a saber desde que en 1999, hace ya doce años, fue a Valença (Portugal). Pero el juzgado luso que acogió el proceso absolvía recientemente a los imputados. La hija de Collarte, Berta, afirmaba esta misma semana que seguirá luchando para saber lo que le ocurrió a su padre. Y quienes tampoco cesan en su batalla son los familiares de Sonia Iglesias, desaparecida en Pontevedra hace casi ocho meses: aún no hay respuestas para su dolorosa ausencia.