Redacción/Agencias / VIGO/LAS PALMAS

El juez ha decretado el ingreso en prisión de los 18 tripulantes del pesquero Ceres II, apresado con 3.507 kilos de cocaína. Tripulación y droga se encuentran ya en el puerto militar de Las Palmas, mientras el buque llegará en unos días remolcado, ya que está muy deteriorado.

El único gallego detenido a bordo, el cangués Guillermo Lemos Molanes, sería, junto al otro español, el representante a bordo de la organización de narcotraficantes. Su misión era, al parecer, vigilar el alijo de droga y al resto de al tripulación formada por tres coreanos, un chino y 12 ghaneses, según informaron ayer en rueda de prensa en Canarias los responsables de la Brigada Central de Estupefacientes.

Curiosamente la policía descubrió un kilo de cocaína escondido en el interior de un libro, propiedad de uno de los españoles, que lo habría cogido de los 149 fardos que transportaba el barco para venderlo por su cuenta. Y es que cada pastilla, de aproximadamente un kilo, tiene un valor de unos 30.000 euros si se vende al por mayor o 60.000 si se vende al menudeo.

El Ceres II tiene matrícula de Ghana, lo que hace "muy difícil", según la policía, dar con la identidad de su armador y propietario. No obstante, algunas fuentes apuntan que el pesquero era conocido en Galicia ya que realizó escalas en puertos del sur de Pontevedra.

El abordaje del buque se produjo frente a las costas de Liberia la madrugada del 24 de julio sin mayores problemas porque el factor sorpresa fue determinante, y, aunque varios de los tripulantes trataron de esconderse, fueron encontrados por la policía.

Una de las novedades de este caso es el elevado número de tripulantes, ya que la media de los barcos traficantes suele ser de ocho o nueve personas, aunque al contrario que en el Brasimex-1, que llegó la pasada semana a Gran Canaria con 2,2 toneladas de cocaína, no portaban armas.

El buque, al parecer, navegaba con tanta tripulación por motivos de seguridad: tanto para repeler acciones policiales como para custodiar la droga. En su periplo a Europa debía realizar varios contactos con otros buques en alta mar para proveerse de víveres -que ya escaseaban a bordo-, y combustible.