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En la única cárcel de curas del mundo

Dos gallegos cumplieron condena en 1969 y 1970 en la prisión que Franco habilitó para sacerdotes subversivos en Zamora | Un documental sobre aquel penal se estrena en Nigrán y Baiona

Exsacerdotes presos en Zamora visitaron el penal abandonado para la película. La Opinión de Zamora

“Yo era párroco en San Jorge, al lado de María Pita, en pleno centro de A Coruña. La gente de Comisiones Obreras, que se reunía en la sacristía, me había encargado unas octavillas y un día se me ocurrió distribuirlas. ¿Qué decían? Pedían cosas básicas, elementales: libertad de expresión, de reunión y de libre asociación para los trabajadores. Me parecía que aquello debía conocerlo todo el mundo. Detrás de mí, no me fijé, iba un policía de la Brigada Político Social. Mi padre, que era guardia civil ya me había advertido que me seguían muy de cerca”. Nicanor Acosta relata con estas palabras su detención en 1969. La misma suerte corrió un año más tarde Vicente Couce, también sacerdote en Santa Mariña do Vilar, en Ferrol, por su apoyo a la lucha obrera que bullía en la ciudad departamental. Son los dos gallegos que cumplieron condena en la única cárcel de curas del mundo, la que el régimen franquista habilitó en un módulo del penal de Zamora entre 1968 y 1976. Por allí pasaron un total de 53 clérigos, la mayoría vascos y catalanes, aunque también algunos de barriadas madrileñas y otras comunidades como la gallega. La terrible experiencia de los 53 religiosos que pasaron por allí centra el documental “Apaiz kartzela” (“La cárcel de curas” en euskera) que llega hoy a Galicia. Esta tarde, a las 20.30, se presenta en el auditorio municipal de Catoira, mañana se proyectará en el de Nigrán, a las 20.00, y el viernes a la misma hora en el multiusos de Sabarís, en Baiona. Tras ver la película, los asistentes podrán participar en un coloquio con el director, Ritxi Lizartza, con Juan Mari Arregi y Xabier Amuriza, dos de los protagonistas, y con el historiador Anxo Ferreiro Currás, que también fue sacerdote y encarcelado por sus ideas, aunque en A Coruña.

Nicanor Acosta y Vicente Couce superan ya los 80 años y no estarán en el pase miñorano por cuestiones de salud, pero sí participaron el rodaje de la cinta que se estrenó el 26 de noviembre en cines. El primero recuerda con claridad aquellos días entre rejas. Elude hablar del trato que recibían. “¡La tortura era estar allí!”, exclama. Sobre todo porque ni él ni sus compañeros entendían que se hicieran distinciones con ellos por ser sacerdotes. “Estábamos en la cárcel por un delito público como el resto de presos políticos pero no estábamos con ellos. Nos decían que podíamos decir misa pero dejamos de hacerlo porque, como dice el evangelio, la palabra de Dios no está encadenada”. Fue ese mismo proverbio el que alegó cuando, al salir de prisión, decidió colgar los hábitos cuando su diócesis pretendía apartarlo a una parroquia rural. Como él, la mayoría de los presos en aquel penal donde décadas más tarde se rodó la exitosa película “Celda 211”, dejaron la labor pastoral, aunque no la militancia política y social. todavía viven muchos de ellos y solo dos continúan ejerciendo la labor pastoral en Madrid.

Vicente Couce (izda.) y Nicanor Acosta (dcha.), los dos gallegos de la cárcel de curas de Zamora. “Apaiz kartzela”

La apertura de una prisión solo para curas fue el modo en el que el franquismo cumplió el concordato con el Vaticano, que establecía que ningún sacerdote podía ser juzgado en un tribunal civil sin permiso de Roma. En caso de condena, eran recluidos en conventos, pero allí no eran bienvenidos por el temor al contagio ideológico, o por el estigma del pecado.

El documental rescata aquel peculiar encierro de la mano de sus protagonistas. Contiene 25 entrevistas a presos y funcionarios, además de documentación, sentencias o recortes de prensa de la época. “Es un viaje paralelo entre la parte histórica y los testimonios actuales”, explica Ritxi Lizartza. Cuatro de los internos regresaron a Zamora para reencontrarse con la cárcel y revivir la experiencia ante las cámaras. “Fue muy fuerte a nivel emocional. Allí vivieron momentos muy duros. Muchos fueron torturados salvajemente por no estarse quietos. Su forma de protestar era organizar un túnel de fuga, hicieron un motín y prendieron fuego a su ala. Algunos estuvieron un año en celdas de castigo”, destaca el director.

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