Formada entre Madrid y Nueva York, Yanet Acosta (Tenerife, 1975) es profesora de Historia del Periodismo y Fotoperiodismo en la Universidad Rey Juan Carlos. Ha sido reconocida con el premio ‘Alvaro Cunqueiro’ por la dirección y coordinación del monográfico dedicado a la gastronomía de la escasez en The Foodie Studies Magazine. Nos acompaña en un viaje literario y periodístico repleto de sabores.

–¿Siempre tuvo claro que tenía que hacer las maletas para buscarse la vida lejos de casa?

–Una de mis obsesiones de niña era ser periodista; tenía claro que quería escribir. No fue fácil hacer las maletas. Sobre todo, porque la gente que hemos crecido lejos de la capital notamos mucho los contrastes. Tenemos un sólido espíritu de supervivencia o resistencia que se transmite de generación en generación. No, no fue tan sencillo como parece.

–¿Entonces, lo suyo no fue como esos peces que aclimatas en una palangana minutos antes de soltarlos en una pecera?

–Ja, ja, ja... No, a mí me soltaron directamente en medio del océano. No hubo margen para la aclimatación. Para bien o para mal, aquella decisión ha condicionado todo lo que soy en estos momentos.

–Periodista, escritora de novela negra, amante confesa de la gastronomía...

–...y profesora (ríe). Todo está ligado. Esa es la diversidad de las personas que escribimos y estamos en contacto con la realidad social. En mi caso, yo siempre la he contado a través de lo que comemos.

–¿Recuerda cómo empezó todo esto?

–Sí, eso nunca se olvida. Yo estaba en el instituto cuando logré publicar una noticia sobre la creación de la Denominación de Origen Ycoden-Daute-Isora. Sin quererlo me metí dentro de una espiral que me llamó mucho la atención.

–¿Y ahora qué?

–La novela negra no la he dejado, pero sí que la tengo aparcada. Ahora mi día a día gira en torno a la docencia. A este punto llegué cuando me di cuenta de que ya tenía cosas que compartir y sentía que podía ser una inspiración para otras personas.

–¿Y qué le comenta a sus alumnos sobre la realidad que vive el periodismo actual?

–Cuando dije que quería ser periodista me advirtieron de que este oficio no tenía salida, pero soy una persona optimista por naturaleza. Eso es un tópico que te vas a encontrar en cualquier carrera que elijas. Las salidas laborales no están, hay que buscarlas. Nadie te regala nada. Los sueños se persiguen. Sobre todo, cuando existe algo de pasión de por medio. Nadie sabe lo que puede suceder mañana, pero tengo claro que este oficio necesita más que nunca a periodistas honestos.

– ¿Sigue creyendo en el periodismo?

–Creo en la capacidad de contar, de divulgar, de analizar y, sobre todo, de interpretar. Eso es lo que nos hace fuertes, poder ver más allá de donde otras personas no ven.

–El jurado que le otorgó el premio nacional ‘Álvaro Cunqueiro’ de periodismo gastronómico destacó de su obra que exalta la escasez, ¿podría matizar esas estrecheces?

–Cuando se habla de gastronomía en lo primero que pensamos es en la abundancia: nos imaginamos un puchero en el que no echamos en falta nada (carne, patatas, garbanzos, zanahorias, col, etc...). Yo entiendo el proceso de cocinar como un todo en el que el ganadero, el pescadero, el agricultor o el mariscador es una pieza más. En mi obra divulgo –a través la revista especializada The Foodie Studies Magazine– cómo hemos sido capaces de abordar la escasez... Poder comer es un elemento de dominación política y en España tenemos muchos ejemplos de esto durante la Guerra Civil.

–Nuestras bisabuelas, abuelas y madres hacían “magia” con cuatro patatas y un calabacín, ¿no?

–Sí que lo hacían... El hambre no está en África, te lo encuentras en nuestras calles. La crisis sanitaria y el confinamiento nos ha mostrado esa realidad. La justicia empieza a la hora de comer y en España hemos visto lo que sucede en torno a los bancos de alimentos o los comedores sociales.

–Escribir y hablar se le da bien, pero vayamos al lío... ¿Cómo se defiende entre los fogones?

–Practico todo lo que puedo, pero sin llegar al nivel de un profesional (sonríe). Me gusta ir al mercado, sentir de cerca los productos, imaginar lo que puedo hacer con ellos... Cocinar para ganarte a una persona o en una ocasión especial es mucho más sencillo que enfrentarte al día a día. Cuando lo haces por obligación y de una forma más doméstica es cuando aparecen los problemas serios porque corres el riesgo de perder la ilusión. Sin eso no tienes nada que hacer.