José Manuel Otero Fernández, catedrático de Latín, que presentó la conferencia de Fernando Lillo, aseguró que en una época en la que lo que prima es la "palabra hueca" y en la que tiene más peso la cantidad que la calidad, ser filólogo es "una heroicidad o una temeridad, según se mire".

"La lógica del beneficio amenaza el futuro de las humanidades, pero también de la enseñanza en general y lo que, desde mi punto de vista es mucho más dramático, de los pilares de la cultura europea", aseguró el catedrático.

Grafitos con historia

Fernando Lillo mostró cómo eran las letrinas e incluso qué tipo de mensajes escribían los pompeyanos en sus paredes. Y es que una de las fuentes por las que han llegado hasta nosotros las costumbres romanas han sido los grafitos, de los que se han encontrado cerca de 11.000 en Pompeya. "Los grafitos nos hablan de los verdaderos pensamientos de los pompeyanos·", afirmó.

También se refirió al que sin duda es el aspecto de Pompeya que más llama la atención: los calcos de los cuerpos, que no son, afirmó, moldes vacíos, sino que fueron formados por la acumulación de ceniza sobre restos humanos. También explicó cómo se produjo la erupción del Vesubio y qué es lo que hicieron los habitantes de la ciudad, aunque reconoció que en difícil saber cuántos perecieron y cuántos pudieron salvarse. De momento, se han hallado 1.150 restos.

Aunque Pompeya aún se reserva muchas sorpresas, otras se han perdido para siempre. En este sentido, Lillo recordó que la ciudad sufrió expolios durante siglos y que la II Guerra Mundial también destruyó muchos restos, algunos aún sin documentar.