Alguien utiliza un símil competitivo para describir la situación, que no se sitúa lejos de la realidad. España y Estados Unidos disputarán la final por daños del coronavirus tras caer Italia en semifinales. John Cassidy columnista financiero del "New Yorker" se pregunta si es demasiado tarde para prevenir el desempleo masivo por causa de la pandemia. Es una de esas preguntas retóricas que a veces utiliza el periodismo para poder responder a continuación. Los anuncios de Macy's y Gap del lunes, cuenta Cassidy, suspendiendo de sueldo a la mayoría de sus más de 250.000 empleados no cayeron como una sorpresa en el gigante americano. Con grandes sectores de la economía de los Estados Unidos efectivamente cerrados, las empresas de mayor facturación y también las pequeñas están recortando las nóminas y otros de sus costes para tratar de salir de la crisis de la salud pública. Enfrentados con la competencia online, minoristas tradicionales como son los casos de Macy's y Gap ya estaban luchando por sobrevivir incluso antes de que llegara el coronavirus. "Dado el entorno económico, posiblemente los altos ejecutivos de esas compañías no tenían muchas más opciones que recurrir a inactividad masiva", escribe el columnista neoyorquino.

En los próximos días y semanas, muchas otras empresas pueden actuar de manera similar, si no más drástica. Según los cálculos de los economistas del Banco de la Reserva Federal de San Luis, el brote de Covid-19 supondría, en ausencia de la intervención del Gobierno, provocar la pérdida de 47 millones de empleos y una tasa de desempleo del 32,1 por ciento solo en este trimestre. En Estados Unidos, gracias a las medidas de estímulo que el Congreso aprobó la semana pasada, la mayoría de los trabajadores que pierden sus sueldos podrán beneficiarse del paro por un mayor periodo de tiempo. Pero si sus pérdidas financieras a corto plazo son limitadas, sufrirán el trauma de ser despedidos y de no saber si serán vueltos a contratar cuando termine la crisis. La perspectiva del desempleo aumenta dramáticamente y podría provocar alarma en el resto de la economía, creando una espiral descendente, cuenta "The New Yorker".

"¿Debe ser así?", vuelve a preguntarse Cassidy. No necesariamente. El caso de Estados Unidos no es el único, pero sí resulta particular. A medida que el virus y el bloqueo se han extendido por todo el mundo, otros países han creado un tipo diferente de entorno económico, que incentiva a las empresas a mantener a los empleados en sus nóminas en lugar de despedirlos. El pasado viernes 20 de marzo, Rishi Sunak, canciller de Hacienda del Reino Unido, anunciaba que por primera vez en la historia el Gobierno británico intervendrá y ayudará a pagar los salarios de los ciudadanos. Bajo el eslogan de mantener los puestos de trabajo, cualquier empresario británico, grande o pequeño, puede optar a una subvención del Gobierno que cubre aproximadamente el 80 por ciento de los salarios que paga a los empleados que no están trabajando debido a la crisis si conserva su nómina de sueldos.

La medida no tuvo su origen en Gran Bretaña, recuerda Cassidy. Esta copió a Dinamarca, cuyo Gobierno había anunciado, cinco días antes, que pagaría el 75 por ciento de los salarios de los empleados suspendidos de sueldo, y el 90 por ciento de los sueldos de los empleados por hora que se encuentran en la misma situación. Tanto Dinamarca como el Reino Unido ha establecido un límite de las cantidades salariales, que está vinculado a la media de lo que perciben generalmente los ciudadanos, pero no para la cantidad de trabajadores que pueden acogerse a las medidas sociales. John Cassidy recupera las declaraciones de entonces del ministro danés de Finanzas, Nicolai Wammen: "La inversión va a salir muy cara. Pero la alternativa es enviar trabajadores al paro en un momento en que se necesita precisamente lo contrario".

Los gobiernos de Irlanda e Italia también se han comprometido a pagar el coste de mantener el empleo. Francia y Alemania, las dos economías más grandes de la Unión Europea, se dedican a ampliar los subsidios existentes a los trabajadores con horarios reducidos. Cuenta Cassidy que en Europa el principio ha sido el mismo para responder a los efectos del coronavirus: se debe hacer todo lo posible para evitar el desempleo masivo. Se olvida, sin embargo, que no en todos los casos ni en las mismas circunstancias homologables. Pero a donde el articulista del "New Yorker" quiere llegar es a que Estados Unidos podría haber seguido ese camino.

Una consecuencia del desempleo es que Donald Trump, curiosamente y en contra de sus ideas discriminatorias hacia los extranjeros, está solicitando ya inmigrantes para trabajos específicos que quedan sin cubrir, como destaca "Político", el periódico digital e impreso más próximo al cabildeo de Washington. El presidente de Estados Unidos está facilitando los requisitos para que los inmigrantes obtengan trabajos en sectores agrícolas, obras y en la recolección del cangrejo, consciente de que las industrias, incluidas las que abastecen las tiendas de comestibles, podrían verse afectadas si no pudieran contratar empleados extranjeros. Hasta enfrentarse a las críticas de sus seguidores había puesto los mimbres para la contratación de 35.000 temporeros, en parte por las vacantes que se esperan en los centros turísticos y campos de golf después que la pandemia libere la economía. El virus le ha cambiado también la vida a Trump.