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Fernando Sarráis: "La noche depende del día: si uno quiere dormir bien, tiene que vivir bien durante el día"

"La persecución obsesiva del éxito social, de tener amigos, de sentirse admirado, lleva a tratar mejor a los de fuera que a los de la propia familia"

reciente. // Irma Collín

Fernando Sarráis Oteo (Mérida, Badajoz, 1958) es psiquiatra y psicólogo, y profesor de la Universidad de Navarra. Sostiene que el diálogo entre la familia y los amigos es el ingrediente de la felicidad.

-"Vivimos en un mundo muy loco". ¿Es un tópico, siempre ha sido así o nuestra época es singular?

-No es fácil establecer comparaciones. Siempre ha habido enfermedades mentales y desequilibrios psicológicos. Quizá ahora es un poco más frecuente, porque este mundo va muy acelerado, y hay demasiados estímulos que captar, interpretar y asimilar para adaptarnos a la realidad y no sentirnos marginados. Y, sobre todo, hay una hipertrofia de la afectividad, una excesiva búsqueda de sentirse bien, de bienestar, de calidad de vida...

-¿Y eso qué propicia?

-Que la gente funcione principalmente a impulsos de la afectividad, de modo que la razón, la voluntad y la libertad, que son las cualidades específicamente humanas, quedan postergadas y se encogen. Y como la afectividad es emocional, pero no inteligente, ahí está la causa de muchos errores y malas conductas que se sitúan en la base de adicciones, dependencias, del estrés y de las depresiones... Además, no es fácil controlar una afectividad hipertrofiada desde la infancia con caprichos y placeres para lograr un equilibrio mental entre cabeza y corazón.

-Describe un panorama espléndido para los psiquiatras: trabajo no les falta...

-Sí, sí... (risas). Pero los psiquiatras somos humanos y, cuando vemos a tantos pacientes sufriendo, sufrimos con ellos. Por ello, sentimos la necesidad enseñar a prevenir los problemas mentales, que es más importante que curar, aunque en los últimos años tenemos muy buenas herramientas para curar y aliviar el sufrimiento de los enfermos mentales. Hasta mediados de siglo XX, el único recurso era encerrar de por vida a los enfermos, sobre todo en los casos graves, en los manicomios. Ahora tenemos medicamentos y la psicoterapia con eficacia probada para tratar muchos problemas de ansiedad, insomnio, depresión, psicosis y otros trastornos. Pero es importante ir a la causa de estos trastornos y evitarla. En muchos casos es una afectividad excesiva y desbocada, que lleva a buscar el placer inmediato, aunque luego te arrepientas, tengas resaca o una adicción.

-¿Cuál es la clave de la prevención?

-Lo ideal sería elaborar un proyecto psicológico positivo personal de futuro, y ayudar a los niños y jóvenes a elaborarlo y a luchar cada día por conseguirlo. En esta línea, cada vez hay más personas que alertan de la importancia de educar bien la personalidad, el carácter. En muchos colegios hay una gran preocupación por la enseñanza de idiomas, por la mejora del rendimiento en las asignaturas del currículum, por la salud corporal mediante el deporte y las medidas dietéticas adecuadas, pero no hay suficiente preocupación por lograr optimizar la mente, el psiquismo humano, el carácter y la personalidad. Como consecuencia, ha aumentado el número de personas inmaduras y neuróticas, que es el preámbulo de la patología mental, de la insatisfacción existencial y de las adicciones.

-¿Consumimos demasiados psicofármacos?

-Somos una sociedad que ha comprobado repetidas veces el efecto de la química para sentirse bien o para evitar sentirse mal. Consumimos muchos psicofármacos, pero también mucho tabaco, muchos porros, mucho alcohol, muchas bebidas energéticas, mucha cocaína, muchos analgésicos, muchos antibióticos... En este contexto de búsqueda del placer y del bienestar, y de evitar el sufrimiento, sabemos que la química actúa rápidamente. Y nos hemos acostumbrado a exigir soluciones inmediatas.

-Se afirma que vivimos en una sociedad adulta e hiperinformada. Sin embargo, ¿hay más miedos que nunca?

-Sobre todo, el miedo a sufrir. Somos una sociedad que busca denodadamente sentirse bien y huye de sentirse mal. De esta manera, se favorece el desarrollo de personas temerosas, asustadas, preocupadas. La única manera de quitar el miedo a sufrir es hacer lo que hace sufrir, así las personas se hacen valientes y resilientes. Huir del sufrimiento por sistema genera personas miedosas.

-¿Por qué abundan tanto la queja y el inconformismo?

-Porque se ha idealizado el placer. Pero como el placer se acaba y hay que volver a repetir una y otra vez, se cae en la adicción. Además el placer cuesta dinero, es caro: un coche mejor, una casa mejor, una buena comida, un buen vino o licor... que me hace sentir bien. Para conseguir mucho dinero hay que trabajar mucho, y entonces se sufre estrés y se descuidan la familia, los amigos, las aficiones y otras actividades positivas de la vida. El placer como objetivo principal de la vida conduce a la insatisfacción y a la infelicidad porque tiene el riesgo de producir adicciones que disminuyen la libertad... Y donde hay falta de libertad hay insatisfacción.

-¿Le extrañan los elevados índices de personas que duermen mal?

-Vivimos muy deprisa, y las prisas producen tensión. Hay prisa para hacer muchas cosas y para tener éxito, y esto lleva a la competitividad y a la envidia, y fomenta el estrés. Para dormirse hay que pasar por la somnolencia, y el paso previo a la somnolencia es el relax... A muchas personas les cuesta desconectar de las tensiones de la jornada, y para poder dormirse no tienen más remedio que recurrir a la química, los hipnóticos. La noche depende del día: si uno quiere dormir bien, tiene que vivir bien durante el día.

-¿Qué vínculo establece entre familia y felicidad?

-La clave de la felicidad es el amor: se es feliz cuando se ama y se recibe amor. La familia es el lugar donde se es amado y donde se aprende a amar de modo incondicional. Las personas que han carecido de familia, o han tenido una familia disfuncional, tienen una carencia de amor que marcará toda su vida con la insatisfacción afectiva, con el miedo a no ser querido, a perder el amor, y a la dependencia emocional del afecto de los demás. Por otra parte, las personas que no han aprendido a amar en su familia tienden al egoísmo, y no pueden ser felices, pues la felicidad más grande se consigue amando con obras a los demás, como se recoge en el dicho popular: "Hay más alegría en dar que en recibir". Por otra parte, las personas que no son capaces de amar y darse tampoco son queridas.

-¿Qué amigos y qué enemigos tiene la familia en este primer tercio del siglo XXI?

-La familia está en una situación muy delicada. Hay más de un 50 por ciento de familias rotas, hijos que van a y vienen, líos judiciales complicados... Los mejores amigos y defensores de la familia son los que han nacido y crecido en una familia cohesionada y feliz, y quieren reproducir ese modelo en su propia familia. El mayor enemigo de la familia es el hedonismo, la búsqueda egoísta del propio placer sin pensar en los demás. Otro enemigo es la persecución obsesiva del éxito social, de tener amigos, de sentirse admirado, que lleva a tratar mejor a los de fuera que a los de la propia familia, que son los que acaban pagando las consecuencias negativas del estrés que produce la búsqueda del éxito social.

-Vivimos hiperconectados: ¿usted subraya lo positivo o lo negativo de esta situación?

-La razón humana tiene hambre de saber, de conocer, de acceder a la verdad. La conexión global nos permite conocer más cosas. Pero es cierto que se trata de un conocimiento muy superficial, de datos, que no logramos entender del todo porque no tenemos tiempo ni hábito para reflexionar sobre ellos. Nos empachamos de datos inconexos sin poder digerirlos. Es importante dedicar tiempo a pensar, y eso requiere detener o controlar el flujo de información.

-Muchas personas teclean más de lo que hablan. ¿Positivo o negativo?

-Teclear para enviar mensajes escritos es una forma de comunicación humana, pero de menor riqueza que la comunicación verbal, que añade a la información del mensaje el contexto específicamente humano de los gestos, la sonrisa, la mirada, la postura. En la comunicación humana hay un texto y un contexto, y en el teclear no hay contexto, por eso un tipo de comunicación pobre y fría, aunque ha mejorado con los emoticonos.

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