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LA ESPUMA DE LAS HORAS

El mito y sus contradicciones

Julia Blackburn profundiza como nadie en Billie Holiday a través de los testimonios de quienes la trataron

El mito y sus contradicciones

La noche en que la escritora Julia Blackburn descubrió a Billie Holiday fue en casa de su madre durante una fiesta. Tenía catorce años. Había un tipo que no le quitaba los ojos de encima y le lanzaba besos apretando los morros. La voz de Billie cantando "I Cried for You", en un disco con la orquesta de Teddy Wilson, le resultaba cercana y familiar, como si le estuviera mirando a la cara. Contaba lo mucho que amó a un hombre que la había maltratado y hecho infeliz hasta que después conoció a otro mucho más amable y pudo recuperar la felicidad. La vida de Blackburn, por lo que contaré en adelante, experimentó una mejora parecida y Holiday la acompañó hasta hoy despertando en ella una especie de fascinación que la ha hecho convertirse en su mejor biógrafa.

Leer el recuento que Blackburn hace de su vida resultaría un ejercicio tan doloroso como sádico si no fuera porque que sus angustiosos inicios han tenido un resultado a la larga tranquilizador, con una existencia adulta razonablemente normal. Así lo atestiguan su talento para la observación imaginativa y su capacidad para sobrevivir en medio de unas difíciles circunstancias. El padre de la escritora, Thomas Blackburn, era un poeta alcohólico; su madre, Rosalie de Meric, pintora y exhibicionista. Hasta que se separaron, cuando Julia tenía 13 años, no pararon de faltarse al respeto. Rosalie, a menudo, utilizaba a su hija de escudo para protegerse de los puñetazos de su marido. Una vez recibió uno de los golpes. "Lo siento, querida" -dijo Thomas- "espero que no haya sangre". Tras el divorcio, Julia vivió con su madre ninfómana, a quien le gustaba relatar sus propias hazañas amorosas con profusión de detalles, y trataba a su hija como si le quisiera robar a los amantes.

En "The Three of Us", sus memorias, uno de los mejores libros que escribió, Blackburn entrelaza su pasado con escenas de ensueño y reflexiones más actuales que incluyen fotografías y cartas como pruebas de su infortunio. Uno de los momentos felices de su infancia fue cuando una amiga de la familia compasiva le leía cuentos de hadas toda la noche mientras sus padres se peleaban en la habitación de al lado. Es la palabra escrita en busca de catarsis y consuelo para su trauma.

Billie Holiday -su personaje en la biografía coral que acaba de ver de nuevo la luz gracias a Libros del Kultrum, una editorial sensible a los lectores audiófilos- permanece envuelta en mitos y conceptos erróneos, muchos de ellos fruto de su propia invención y de su vida traumática. Su autobiografía, "Lady Sings the Blues", escrita con William Dufty, contribuyó a engordar esa leyenda. El desafío para los biógrafos de Holiday ha sido liberarla no solo de estos mitos, sino también de la mujer que creemos conocer: la negra que sufre, golpeada por una vida dura, bebiendo y drogándose hasta olvidar sus penurias. En sus últimos años, Holiday cambió su imagen, cantando con una voz que era la prueba de sus magulladuras. El público no veía la diferencia. A la audiencia no le importaba cómo era su voz porque se trataba de Billie Holiday, una cantante con un estilo y un sonido que ninguna otra mujer había tenido. En el camino, dejó impresiones contradictorias en las personas que viajaban con ella o se declaraban seguidores.

Yo, que la adoro, tengo la sensación de haberla admirado en parte también por lo que no fue, en vez de despojar al mito y quedarme exclusivamente con el talento que derrochaba en sus canciones. Blackburn busca esa desmitificación a través de los testimonios de quienes la conocieron: las entrevistas de la periodista Linda Kuehl en los setenta a amigos, vagos y maleantes que la conocieron.

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