Un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) pone de manifiesto que la industria del aceite de palma está implementando tácticas similares a las de las industrias del alcohol y el tabaco para influir en la investigación relacionada con los efectos en la salud de este producto.

Las plantaciones de palma aceitera, principalmente en Malasia e Indonesia, cubren un área aproximadamente del tamaño de Nueva Zelanda, y se espera que la demanda crezca a medida que más países prohíban las grasas trans. La evidencia del impacto en la salud del aceite de palma es mixta, si bien algunos estudios han relacionado su consumo con varias dolencias, incluido un mayor riesgo de muerte por enfermedad cardiaca causada por el estrechamiento de las arterias.