- ¿Hay que saber decir que no?

-Exacto. Hay que poner en una mano a la gente maravillosa y en la otra a la tóxica porque esta también vive en el mundo. Siempre habrá gente que querrá sacarte algo y por no molestar, no dirás nada, y así irá marcando el territorio. Es lo que llamamos asertividad, y es algo que se puede aprender porque no podemos tratar a todo el mundo por igual. Tenemos que poner límites. Que yo sea una buena persona no quiere decir que sea un cheque en blanco. No pasa nada por expresar lo que necesitas y lo que sientes de una forma asertiva.

- El concepto de persona tóxica es muy recurrente, pero ¿qué es una persona tóxica?

-Con las personas pasa lo mismo que con las setas: las hay exquisitas y las hay venenosas. Hay personas que son crueles, psicópatas, que disfrutarán con tu dolor y tú no tienes por qué ir con ellas como lo harías con una persona encantadora y respetuosa. Y tenenos que ponerle nombre porque a veces cuando esa persona tóxica es tu madre y no quieres verlo y le pones la etiqueta de madre, luego acabar yendo al psicólogo. Y estas personas están en el mundo y tenemos que aprender a defendernos de ellas; no podemos pensar que todo el mundo es majo.

- ¿Qué le atrae de Japón?

-Japón está en un momento muy interesante para los psicólogos. Su cultura siempre fue muy agresiva, pero tras la II Guerra Mundial decidió cambiar de actitud y educar una sociedad más respetuosa y con curiosidad de aprender. Y hoy es así. Sin duda, una muestra del triunfo de la educación.

- ¿Y cómo es la nuestra?

-Hay un concepto que se usa en Reino Unido, "Spanish shame" (la vergüenza del español), que nos bloquea mucho. Es como una especie de complejo de inferioridad -estoy simplificando mucho y jugando con el estereotipo- que hace que busquemos la aprobación de todo el mundo, y esto hace que seamos demasiado humildes donde no toca y muy poco donde debíamos serlo.