Primero fue Picasso. Ahora, Dalí. El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y Abanca se alían por segunda vez, en esta ocasión en el proyecto expositivo "Dalí y el surrealismo", que repasa la trayectoria de este movimiento artístico del siglo XX a través de trece obras pertenecientes a la colección de arte de la entidad bancaria vinculadas al mismo y que tiene como pilares "Las rosas sangrientas" (1930) y "Patio oeste de la isla de la muerte" (1934), dos relevantes obras del artista de Figueras. De esta forma, la muestra, que podrá visitarse hasta el próximo 27 de enero de 2019, se estructura en torno a Dalí, "esperanza blanca" del surrealismo, según el director artístico de la pinacoteca, Guillermo Solana.

"Dalí fue la gran esperanza blanca del surrealismo, el joven que iba a salvarlo cuando estaba en una falta de inspiración absoluta y que terminó convirtiéndose para el movimiento en el maldito por excelencia porque había llevado el shock mucho más allá de lo que los surrealistas ortodoxos se atrevieron", afirmó Solana.

Giorgio de Chirico, Max Ernst, Roberto Matta, Wilfredo Lam, Joan Miró, Óscar Domínguez, y los artistas gallegos Maruja Mallo, Eugenio Fernández Granell y Urbano Lugrís completan "Dalí y el surrealismo", en la que dialogan obras muy heterogéneas y con un arco temporal muy amplio, que abarca desde 1923 hasta 1976.

El comisario de la exposición y conservador del museo Thyssen, Juan Ángel López Manzanares, aseguró que el surrealismo ha sido el movimiento más importante del pasado siglo, ya que no se acabó en sí mismo. "El surrealismo propone una filosofía de vida con la cual recomponer el hombre alienado, el hombre extinguido por el uso de la razón instrumental", manifestó.

López Manzanares recordó que el surrealismo surgió tras el descrédito que sufrió la cultura tras la I Guerra Mundial y que no fue una escuela con un estilo definido, sino un conjunto de manifestaciones que aportaban "ideas o tentativas de volver a recomponer ese hombre, con la idea de cambiar la vida y transformar la sociedad, volver a una sociedad más equilibrada".

En el primer "Manifiesto del surrealismo" (1924), André Bretón ofreció una doble definición del surrealismo alusiva tanto a la "escritura atómica" como al "relato de los sueños", como se aprecia en las obras del recorrido que propone esta exposición, que abre Giorgio de Chirico, en cuyos cuadros se plasma el mundo del sueño al que apelarían los surrealistas. El artista italiano comparte la primera pared de la exposición con los lienzos "Cabeza de hombre III" (1931) y "Cabeza, pájaros" (1976), de Joan Miró, y "El salto" (1931), aguafuerte de la única mujer de la muestra, Maruja Mallo.

La pared central está ocupada por las dos obras de Dalí, que dialogan con "Piano" y "El drago", ambas pintadas en 1933 por Óscar Domínguez. A partir de aquí, la exposición muestra el desarrollo del surrealismo a partir de la II Guerra Mundial, un recorrido que cierran las piezas de Eugenio Fernández Granell, Wilfredo Lam y Roberto Matta.

El presidente de Abanca, Juan Carlos Escotet, expresó su satisfacción por avanzar en uno de los objetivos que la entidad se marcó como "prioritarios" en la gestión de su patrimonio artístico, "garantizar la conservación y difusión de las obras que lo integran" (1.350 obras declaradas Bien de Interés Cultural). Asimismo, manifestó su confianza de que esta muestra alcance las 50.000 visitas y supere así a "Picasso y el cubismo", que hace tres años sumó 42.000 también en el Thyssen.