Carmen Villar Fernández fue diagnosticada de cáncer de mama hace ahora diez años. El primer sentimiento que la invadió fue el miedo. "Mi madre murió en 1944, un año después de nacer yo, de cáncer de mama. Inmediatamente me acordé de ella", reconoce.

El tumor fue detectado en su estadio inicial y pudo ser extirpado sin necesidad de que se le practicara una mastectomía. Fue ella misma la que notó un bulto duro en su seno derecho. Lo descubrió entre mamografías y al día siguiente acudió a su médico. "Mi consejo es que si notas algo raro, vayas al médico. Hay gente que no va por miedo y coger un cáncer de mama a tiempo es lo más importante. No hay que tener miedo".

Ella decidió olvidarse de sus temores y plantarle cara a la enfermedad. "Hay que ser valiente y enfrentarse a la realidad, siempre", insiste esta viguesa, que añade como parte fundamental para salir airosa de la batalla contra el cáncer la actitud. "Hay que ser positiva y tener paciencia, pensar que es cuestión de tiempo y que pasará", explica Carmen, que reconoce que también le ayudó mucho el apoyo de su familia y amigos. "Estuvieron conmigo en todo momento", afirma.

Ni siquiera la quimio ni la radio consiguieron doblegarla. "Hay quien lo pasaba muy mal, pero yo lo llevaba bastante bien. Me sentaba peor la pastilla que me daban para reforzar las defensas. Me tiraba un par de días que comía fatal porque no me encontraba bien", dice. Tampoco la caída del pelo le causó impacto. "Como me pilló en verano, me ponía una pañoleta o un gorrito de ganchillo y salía a la calle", afirma. Hoy, puede decir que ha ganado la batalla al cáncer.