"Quiero ser como vosotros, ir a Santiago, ver al Apóstol". Paco Garí, delegado para voluntarios de la Orden de los Caballeros de Malta en España, guarda con especial mimo en sus recuerdos esta frase de una amiga con discapacidad. No en vano fue el resorte que impulsó a la organización a darle vueltas a un proyecto que ayer se hizo realidad: ayudar a personas en silla de ruedas a culminar la ruta jacobea, algo que sin asistencia les sería prácticamente imposible.

Sobre las 13.30 horas de ayer, dos mujeres y dos hombres de entre 40 y 50 años de edad, en sus correspondientes sillas especiales, entraban en la Praza do Obradoiro en Santiago acompañados por casi 20 voluntarios de la Orden. Atrás quedaban siete jornadas duras con punto de inicio en Villalcázar de Sirga (Palencia).

El hito sería imposible si no fuese por la perseverancia y altruismo de los caballeros. "La Orden de Malta siempre ha tenido como vocación fundacional el peregrinar a lugares santos. Hace unos años, pensamos en cómo ayudar a gente enferma o necesitada. Así, decidimos el año pasado realizar una prueba recorriendo el Camino en sillas normales, para ver las dificultades. Con ellas, era prácticamente imposible hacerlo. Investigamos y encontramos sillas especiales que permiten ir por el campo", explica Garí, un mallorquín afincado en Madrid.

Por ello, desde la Orden, empezaron a pensar en cómo solucionarlo. Tras diferentes pesquisas, localizaron en internet unas sillas especiales. Gracias a ellas, cuatro personas con discapacidad física procedentes de Toledo y Madrid pudieron hacer realidad su sueño, llegar al Obradoiro.

Ayudado cada uno por cuatro voluntarios, fueron recorriendo etapas de 18 kilómetros diarios. Parte de la ruta jacobea la realizaron en su silla, otra en el coche de apoyo. "Cada vez que había una cuesta, había que ayudarles, por eso, se necesitaban tantos voluntarios. Ha sido una expedición fantástica pero muy dura", añade el delegado para voluntarios de la Orden de los Caballeros de Malta en España.

Para Garí, la "anécdota fundamental" del trayecto fue "la alegría y buen recibimiento (llegando incluso a aplaudirles en algunos puntos). Todo el mundo se mostraba sorprendido. Nos decían que habían visto iniciativas individuales pero no un grupo de gente con personas con discapacidad. Incluso peregrinos nos han ayudado a llevar las sillas".

La llegada a Obradoiro será un recuerdo imborrable. "Cuando ha llegado el grupo, han roto a llorar, a abrazarse, a rezar antes de posar para los fotógrafos. Ha sido un proyecto de mucho esfuerzo físico e ilusión", agrega aún conmovido por la vivencia.

El sentir más profundo lo guardan para el Camino en sí mismo, una ruta que entienden en comunidad para disfrutarlo al máximo. Por ello, "la idea es que la Orden de Malta, cada uno en su nación, ayude a peregrinos con limitaciones a realizar el Camino", añade el gallego Enrique Marchesi, Caballero de la Orden de Malta.