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El reto de una generación

La carrera de fondo de los 'Millennials'

La generación más preparada se enfrenta a sí misma en un mundo en constante cambio económico y social

Ilustración del libro Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí (Lunwerg), de Sara Herranz.

Inestabilidad e incertidumbre. Tras una infancia protegidos por sus padres en la que les dijeron que llegarían a donde se lo propusieran, la crisis del sistema financiero, político y social les complicó el camino. Ahora, la mayoría enfoca su futuro como una carrera de fondo.

Se conoce como Millennials a una parte de los jóvenes nacidos entre 1980 y mediados de los años noventa. En principio, se les llamó así porque alcanzaron la mayoría de edad en los primeros años del nuevo milenio. Pero hablamos de una parte de esta generación porque solo unos cuantos jóvenes encajan en este perfil tan estricto.

Los Millennials son nativos digitales, con todas las tecnologías a su alcance, un tanto incrédulos y, de niños, gozaron de una sobreprotección paterna. Además, Concepción Prado, vicesecretaria del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, vincula a este grupo con un con alto nivel de estudios. "Están obligados a hacer un diseño del plan de carrera continuo para no dejar de mejorar su formación en ningún momento, si acaban un máster y pueden hacer otro, lo hacen. Aprovechan el tiempo mientras no encuentran un trabajo", explica. De hecho, muchos jóvenes españoles ya realizan una formación que les sirva para trabajar en el extranjero o terminan fuera sus estudios para aumentar sus posibilidades de conseguir un contrato.

En medio de esta carrera de fondo en la que viven inmersos los Millennials para llegar a cumplir sus deseos se ha instalado una sensación de tristeza, o de rabia, que se transmiten tímidamente entre ellos a través de las redes sociales. Un sentimiento que se refleja, por ejemplo, en una de las ilustraciones de Sara Herranz que recoge la frase: "Somos demasiado jóvenes para estar tan tristes".

Desde el inicio de la crisis en 2008, la emigración desde Galicia ha aumentado un 38%. Más de 66.000 gallegos se marcharon al extranjero y, de esta cifra, un 40% eran jóvenes entre dieciséis y treinta y cuatro años. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), en el segundo trimestre de 2016 había 113.800 jóvenes de entre 16 y 29 años trabajando en Galicia, casi dos mil menos que en el año anterior, y 57.200 estaban en situación de desempleo, tres mil menos que en el mismo periodo de 2015.

El Instituto Galego de Estadística señala que la tasa de paro entre los 16 y los 29 años está en un 33,5% en este segundo trimestres del año, mientras que la de ocupación marca un 34,7%. Además, el sector servicios sigue aglutinando al mayor número de trabajadores en esta franja de edad: 85.400 jóvenes.

Con estos datos cabe preguntarse: ¿Quedan Millennials en Galicia? Prado cree que prácticamente no, que ya se han marchado. "Pienso que es una generación que está acostumbrada a crear, a continuar, pero no diría que están tristes. Lo que veo es que no dan llegado a dónde quieren, aunque siguen ahí. Hay una constancia en formación y en seguir consiguiendo logros. Además de una amplia movilidad geográfica para seguir buscando metas. Creo que se caracterizan por su flexibilidad y disposición porque las nuevas tecnologías les permiten seguir interconectados con su ámbito social. Allí dónde van, nunca están aislados. Es una generación que llega a madurar un poco más tarde a nivel personal y social, tiende a postergar sus procesos vitales relacionados con la pareja y la estabilidad", cuenta esta experta en psicología.

Con todo, Prado no está de acuerdo en las clasificaciones estrictas y deja claro que desde la psicología se ve "a cada persona como individuo". Los Millennials son un grupo generacional caracterizado por su diversidad pero la frustración parece un sentimiento compartido. "Hay frustración porque no dan llegado a lo que aspiran y tienen que continuar intentándolo", matiza Prado.

¿Cómo se combate la frustración? "En la psicología tenemos diferentes recursos, hay que trabajar con las competencias personales de cada individuo, analizar la situación y las alternativas, y ser lo más realistas posible", destaca Prado. Este grupo de jóvenes no se puede permitir pensar más allá del corto o medio plazo, más allá no es recomendable porque tampoco sería realista debido a los cambios constantes a los que están sometidas las sociedades actualmente.

Aunque hemos dicho que estos jóvenes no deben plantearse cómo será su futuro en un sistema tan cambiante, muchos se preocupan por si podrán cobrar o no una pensión al jubilarse. En los últimos días el Ejecutivo en funciones de Mariano Rajoy volvió a recurrir al Fondo de Reserva para sacar otros mil millones de euros, una cifra que hay que sumar a lo que sustrajeron a principio de mes, 8.700 millones. Según datos de la OCDE, el porcentaje que cobra un jubilado español sobre su último salario cotizado caerá hasta el 49,7% en 2060. Por lo tanto, los nacidos en los noventa no tendrían de pensión ni la mitad de su último sueldo.

"Antes de la crisis había como 2,7 cotizantes por cada pensionista pero además es que tenían otro tipo de salario que no se puede comparar con los contratos que se firman ahora. Hoy esa cifra se ha reducido a 2,27 pero con sueldos mucho más bajos", afirma Pilar Millor, profesora honoraria de la Facultade de Ciencias do Traballo de la Universidade da Coruña.

Millor asegura que las "vidas laborales" no van a ser como las de antes, cuando uno empezaba por abajo y terminaba arriba. Habrá una serie de picos, con periodos de desempleo, debido a la elevada temporalidad de los contratos. "Cuando acabe la crisis nos encontraremos con un problema: una generación ultra preparada", añade.

"Soy generalmente optimista al hablar de pensiones porque no todo tiene que salir de las cotizaciones de los trabajadores. Están los Presupuestos Generales del Estado, que se nutren principalmente de los impuestos, y si se han usado los impuestos para tapar otros enormes agujeros... ¿Por qué no se van a utilizar para las pensiones?", argumenta Millor, que no cree que podamos depender del ahorro ya que "la masa de los trabajadores no se puede permitir ahorrar". "Más que saber quién va a mandar, urgen las soluciones para los ciudadanos. Tenemos un reto demográfico por delante, sobre todo en Galicia, hay que buscar la forma de promocionar la protección a la familia", sostiene.

De todas formas, y en esto coinciden Prado y Millor, no se puede afirmar que esta generación esté pasando por más penurias que las anteriores. La situación es distinta pero, como ambas razonan, si los padres de los Millennials tienden a la sobreprotección significa que ellos tampoco lo tuvieron fácil y buscaban que sus hijos tuvieran más oportunidades.

"Espero que esta generación tenga la oportunidad de tener pensiones aunque sean malas como las que hay ahora", asegura Fermín Bouza, profesor del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, quien plantea que en el futuro habrá que buscar la forma de que algunos retirados tengan una utilidad productiva.

Bouza también hace hincapié en las luchas que esta generación tendrá que reivindicar: "La ley de reforma laboral es, básicamente, una forma de aniquilar el diálogo con los trabajadores. Este retroceso ya se está notando y si la gente lo permite, se notará más. Se está perdiendo terreno, respecto a las garantías laborales y a las pensiones, mucho más. Se está consintiendo demasiado y se pagará, todo tiene un precio".

¿Es alarmista hablar de incertidumbre? "En absoluto, en mi generación a nadie se le ocurría pensar que no iba a tener trabajo porque las ciudades todavía nos recibían a los que veníamos con un título debajo del brazo. Las cosas ya no son así y en eso si se puede ser alarmista, el trabajo está muy difícil en este momento, no se crean casi puestos de trabajo y los que se crean son asquerosos", sostiene el sociólogo gallego.

Ante todo, Bouza se muestra optimista aunque matiza que el mundo en este momento es particularmente difícil por la situación internacional y la falta de liderazgo de la Unión Europea. Como profesor, percibió en sus clases el desánimo de la juventud. "Mis alumnos de los últimos años cada vez parecían más tristes porque veían sus posibilidades eran menores", lamenta.

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