El día a día de las comunidades de los castros en la Edad de Hierro tenían mucho más que ver con el trabajo de la tierra que con la guerra, como defienden los postulados de las sociedades célticas, de carácter guerrero y fuertemente jerarquizadas. A esta conclusión ha llegado el historiador Brais X. Currás, que estudió en su tesis doctoral y la evolución de la estructura social y territorial de las comunidades del Baixo Miño entre la Edad de Hierro y la integración en el Imperio Romano. Los resultados del trabajo rompen con los esquemas tradicionales que hablaban de una estructura jerarquizada y presentan un modelo alternativo -que el autor define como segmentario- para entender el funcionamiento de la Edad de Hierro y que supone una nueva forma de aproximación a las sociedades que habitaron los castros a la vez que revela el impacto totalmente transformador que supone la llegada de Roma. Para el trabajo, dirigido por Pedro López Barja de Quiroga (USC) y Almudena Orejas Saco del Valle (CSIC) y realizado en el grupo de investigación del CSIC "Estructura social e territorio-arqueoloxía da paisaje", se llevó a cabo un estudio arqueológico en la totalidad del tramo galaicoportugués del valle del Baixo Miño que derivó en la creación de un amplio catálogo con más de 450 sitios arqueológicos, entre castros, asentamientos romanos y minas de oro.