El diseñador español moderno de edificios "más extensamente y mejor publicado" fue Alejandro de la Sota, un pontevedrés que si hoy viviese cumpliría 101 años. Él, que presumía de que sus creaciones podían montarse y desmontarse con un solo destornillador, fue elevado a la altura de mito, creó escuela, fue innovador pero ético y, además, según el Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC), se convirtió "probablemente en el arquitecto moderno español que más pasiones ha levantado".

Por todo ello, el centro ubicado en Compostela inauguró ayer una exposición en honenaje a su figura, comisariada por Moisés Puente. En ella, se recorre la vida y obra de este gallego cuyas obras de los años 50, 60 y 70 destacan por su modernidad, con un look que se anticipa a muchos edificios de finales del XX y principios del XXI.

De la Sota (Pontevedra, 1913-Madrid, 1996) centró la práctica totalidad de su obra fuera de Galicia. En la comunidad, destacan algunos ejemplos de viviendas unifamiliares como la Casa Domínguez ubicada en Poio, construida entre 1973 y 1978.

En sus inicios, comenzó construyendo pueblos en Andalucía, Cataluña y Extremadura así como un poblado en Madrid entre los años 50 y 60. Algunas de sus obras, como la casa Arvesú, han desaparecido. En esta, ensayó el lenguaje expresionista; en otras en Zamora optaba mejor por el estilo italiano.

El pontevedrés no fue un arquitecto al uso. Contra todo pronóstico, catorce años después de lograr el título -tras bachillerato en Pontevedra, Matemáticas en la Universidad de Compostela y estudios superiores de Arquitectura en Madrid- se tomó un respiro. Paró su actividad y pensó qué camino seguir en su profesión. De ese paréntesis, adoptó la predilección por "la ligereza de la construcción americana, la construcción industrializada" heredada de maestros como Walter Gropius, Marcel Breuer o Mies van der Rohe.

Esa renovación le sirvió para "abandonar la anodina tristeza de la arquitectura del régimen franquista" y para adquirir un espíritu de vanguardia, según resaltan desde el CGAC. En este, se muestran fotos de sus creaciones como la residencia infantil de Miraflores de la Sierra (Madrid, 1957-1959), donde la enorme cubierta inclinada es paralela a la pendiente del paisaje.

En el caso del Gobierno Civil de Tarragona (1957-1964), jugó con los volúmenes. Muchos ven en él influencia de Paul Klee, el pintor al que el color desmenuzado en cubos y cuadrados poseyó para siempre.

Obra obra maestra fue el Colegio Maravillas en Madrid (1960-1962) o la Caja Postal de Madrid, Casa Domínguez y el edficio de Correos y Telecomunicaciones de León, colocando en este último planchas de chapa metálica para "emular sillares pétreos y dar profundidad de muro falso de carga".

A pesar de sus conocimientos y carrera, no le otorgaron una cátedra en la Escuela de Arquitectura de Madrid; tampoco ganó el concurso para un edificio de oficinas con vidrio para Bankunión en Madrid. Eso hizo que se encerrase en su estudio en Maddrid durante lo que se denominó"arresto domiciliario" de los 70, tras el cual volvió a diseñar.