La gran estafa es una película menor pero atractiva dentro de la filmografía del maestro Don Siegel. Un Walter Matthau alejado de la comedia encarnaba a un ladrón escasamente expresivo que atraca un banco sin saber que dentro guarda su pasta la mafia. Así que se verá perseguido a dos bandas: por los criminales y por la poli. Algo así narra 2 guns, un atraco con damnificados inesperados y especialmente peligrosos, solo que aquí se da una vuelta de tuerca a lo Infiltrados para convertir a los (falsos) ladrones en víctimas de un cruce de intereses entre la DEA, la CIA y la Inteligencia Naval norteamericana.

Un potaje cuyo principal ingrediente de sorpresa ya queda destripado por el tráiler, y que, a pesar de cometer varias traiciones a la novela gráfica en la que se inspira (recurrir a un actor del físico de Denzel Washington entre ellas) y de echar mano a muchos tics estéticos ya amortizados, no deja mal sabor de boca. Incluso Mark Wahlberg parece contagiarse del talento de su colega de reparto y no desentona con sus aires chulescos y su lengua siempre amartillada. Descartada cualquier posibilidad de ser original, 2 guns juega con cartas marcadas por otros. Por ejemplo, Tarantino, con ese diálogo inicial en la cafetería y algún otro intercambio de fuego verbal que busca el ingenio desesperadamente. Pero, claro, Tarantino no hay más que uno, para lo bueno y para lo malo. Lo mismo que solo hay un Peckinpah, a quien se rinde tributo en la escena de las gallinas decapitadas a tiros, como en Pat Garrett & Billy The Kid, y algún que otro plano que recuerda ¡Quiero la cabeza de Alfredo García! o La huida, en un escenario fronterizo donde chocan los intereses armados de chusma de uno y otro país, con placa o si ella.

Esas corrientes subterráneas de talentos ajenos que fluyen por debajo de 2 guns, reforzadas por la presencia siempre sólida de Washington y de un reparto de secundarios de primera fila, y con algunos golpes bajos que pueden considerarse sorprendentes (un romance liquidado sin contemplaciones, un tiro de gracia abrupto), hacen de esta nueva entrega de pareja de enemigos condenados a ser aliados un divertimento de acción a tener en cuenta, que no se entrega en manos de los efectos digitales para hacer más espectacular la acción ni renuncia a meter cizaña cínica entre sus protagonistas para que salten chispas. Y que, pese a sus limitaciones, tiene un empaque poco habitual en un subgénero instalado en horas de rebajas.´