El filósofo Ortega y Gasset llegó a afirmar que la vida de Diego Velázquez era "una de las más sencillas que un hombre haya podido vivir jamás". El historiador gallego Francisco Singul ofrece la posibilidad de opinar al respecto en su novela histórica La luz dormida en el espejo, un libro editado por la editorial compostelana Alvarellos que simula ser unas memorias redactadas por Velázquez donde se narra su vida y la elaboración de cuadros como Las Meninas.

"El libro -explica Singul, quien lo presenta hoy en la Feira do Libro de Santiago, a las 19.00 horas- son unas falsas memorias a partir de las cuales hay una reflexión sobre lo que es la vida y lo que es el arte". El historiador gallego quiso también reconstruir la época barroca que vivió en el siglo XVII el artista sevillano, que trabajó para el rey Felipe IV y que "seguramente es el mayor pintor de la historia del arte", según el autor.

La novela arranca con un Velázquez, ya mayor que aguarda por la muerte mientras rememora su vida. Empieza recordando cómo de niño asistía a las iglesias donde pinturas de Pedro de Campaña lo cautivaban y cómo entró a trabajar en el taller del pintor Pacheco en Sevilla con cuya hija se casó.

A pesar de ser esta el amor de su vida, Velázquez estuvo a punto "de abandonarlo todo" por una "quimera de un amor tardío" que conoció en su segundo viaje a Italia, país donde le profesaban más devoción que en su país. "En España, no pasaba de ser un criado del rey. En su segundo viaje a Roma, fue muy celebrado allí donde deslumbró. Llegó casi a ser oficiosamente el pintor de cámara del papa. Pintó a los cardenales y al sumo pontífice", recuerda Francisco Singul.

El libro también posibilita al lector hacerse una idea de las estrategias de poder a través de enlaces matrimoniales donde mujeres y hombres eran simples piezas de un tablero de juego.

Una de ellas fue la infanta Margarita María, hija de Felipe IV, y conocida por ser la protagonista central del cuadro Las Meninas. Velázquez lo pintó alrededor de 1556 por encargo del propio rey. En el libro, Singul apunta -en la boca novelada de Velázquez- que Felipe IV le encargó dos retratos de la infanta. Uno, formal, se dirigiría al príncipe Leopoldo de Habsburgo, familiar cercano de Margarita que finalmente acabaría esposándola. El otro sería guardado por el rey español

Singul, poniéndose en la piel de Velázquez, narra cómo el pintor inventó la escena, calculando con geometría y álgebra la posición y tamaño de objetos y personas sin verlas posar. El historiador apunta quién es quién en la tela con toques sutiles biográficos desarrollando una teoría sobre "las miradas de pasmo y ligero desconcierto de los personajes del cuadro" cuando ven entrar en la estancia a los reyes. Velázquez/Singul se vuelca con su figura: "Me pinté en (...) dando a entender que todo es creación de mi mente (...) Me muestro tal y como deseo que me vean. Mi quietud pensativa, de activo ensimismamiento".